Luis-Fernando Valdés
El papel que desempeñan los medios de comunicación es asombroso. Es un reflejo de la grandeza de la capacidad humana, que ha podido superar los límites del tiempo y el espacio, y ha conseguido que la comunicación sea instantánea y global. Todo este potencial puede contribuir al bienestar de la familia humana, o bien, puede ser utilizado contra el hombre. Por eso, se requiere una reflexión serena que ayude a desarrollar el aspecto ético de la comunicación.
No es novedad que los medios de comunicación emplean “códigos de ética”. Prácticamente desde su inicio, estos medios han reflexionado sobre su papel en la sociedad y el impacto que producen en su audiencia. Y en base a esta experiencia, ellos mismo se han impuesto unas normas de actuación. Sin embargo, el rápido desarrollo de nuevas tecnologías ha dado lugar a nuevas situaciones que quizá no se habían contemplado antes, y que requieren de una valoración moral.
Sucede un fenómeno similar al ocurrido durante el desarrollo tecnológico de la medicina. El rápido adelanto de la medicina trajo consigo algunas situaciones nuevas, referentes al respeto o a la manipulación de la vida humana. De repente los médicos tuvieron en sus manos el poder de acortar la vida, o de generarla sin necesidad de progenitores. Y así surgió la “bioética”, que conjunta la ciencia médica, la ética, la teología moral y el derecho. La finalidad de esta reciente disciplina es proteger la dignidad humana, ante los avances tecnológicos que pueden atropellarla.
El desarrollo tecnológico de los medios de comunicación ha traído grandes beneficios a la humanidad, como la alfabetización, el desarrollo de la democracia, el diálogo entre los pueblos y la libre circulación del pensamiento. Sin embargo, este crecimiento mediático ha tenido efectos que no son tan favorables, como el riesgo de que los medios sean usados para fines ideológicos o para la venta de bienes de consumo mediante una publicidad obsesiva. En ocasiones, con el pretexto de representar la realidad, se tiende de hecho a legitimar e imponer modelos distorsionados de vida personal, familiar o social. O bien, para ampliar la audiencia, a veces no se duda en recurrir a la trasgresión, la vulgaridad y la violencia.
Cuando la comunicación pierde las raíces éticas, termina por olvidar la centralidad y la dignidad inviolable del ser humano. Y entonces se corre el riesgo de incidir negativamente sobre las conciencia y de condicionar la libertad y la vida misma de las personas. Precisamente por eso, es indispensable que los medios defiendan celosamente a la persona y respeten plenamente su dignidad.
Benedicto XVI se presenta a sí mismo como un interlocutor válido en el debate intelectual, pues es el “representante de una comunidad que custodia en sí un tesoro de conocimiento y de experiencias éticas, que resulta importante para toda la humanidad: en este sentido, habla como representante de una razón ética”. Y desde esta postura de diálogo, no de la imposición, el Papa sugiere que así como el desarrollo de la medicina necesitó de la bioética para custodiar la dignidad de las personas, también hoy la comunicación social requiere que de una “info-ética”.
Los medios de comunicación tienen grandes retos éticos. El más grande, sin duda, es a dar a conocer la verdad sobre el hombre, defendiéndola ante los que tienden a negarla o destruirla. Se puede decir incluso que la búsqueda y la presentación de la verdad sobre el hombre son la más alta vocación de la comunicación social.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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