Luis-Fernando Valdés
Otra tragedia ocurrida a mexicanos migrantes. Aún teníamos en la mente a Artemio Trinidad Mena, guerrerense fallecido en el desplome de un puente de Minneapolis, Minnesota (EUA), cuando un derrumbe en la mina Crandall Canyon (Huntington, Utah, EUA) dejó atrapados a tres compatriotas nuestros, el pasado lunes 6 de este mes. Seguramente, hay centenares de mexicanos migrantes que sufren o mueren sin que nadie lo sepa, pero es muy importante que la opinión pública de ambos países ya cobre conciencia del drama en que viven millares de empleados ilegales. Por eso, las víctimas de Huntington nos dejan un valioso legado.
En la comunicación de masas, ocurre a veces que la percepción de una persona o de un grupo se polariza. Así, casi inevitablemente los políticos son relacionados con algún extremo: “izquierda” o “derecha”. Lo mismo ocurre con los migrantes, que pueden ser calificados fácilmente como un “problema”, una “crisis”, una “cuestión de seguridad nacional”, de modo que los trabajadores ilegales pueden ser percibidos como “gente mala” o “indeseada”.
Una mala imagen pública de los empleados ilegales puede justificar, ante los votantes, que se tomen medidas cada vez más duras contra los “espaldas mojadas”. También mediante este mismo fenómeno de opinión, se justifican a sí mismos las asociaciones de “cazamigrantes”, como “Minuteman”, que actúan como grupos para-policiales, para detener a los que atraviesan ilegalmente la frontera norteamericana. Se trata de un sofisma: como los migrantes son los “malos”, quienes los atrapan –del modo que sea– son los “buenos”.
Sin embargo, esta reciente tragedia de los mineros atrapados en UTA puede cambiar la percepción pública de los trabajadores indocumentados. En estos días, los pobladores de Huntington han salido a las calles para manifestar su solidaridad hacia los seis mineros atrapados, incluidos los tres mexicanos. Una ciudadana de la localidad afirmó que consideraba a esos tres migrantes como “gente de nuestra comunidad, porque ya son parte de nuestra historia”.
Además, un buen grupo de habitantes de Huntington ha acudido a las iglesias locales para rezar por los trabajadores atrapados en la mina. “Rezo por ellos todo el tiempo”, declaró una vecina de la comunidad, que conoce a dos de esos compatriotas nuestros. Y afirmó que ellos “han sido gente honesta y trabajadora, que paga sus factura a tiempo”. Ante esta tragedia, a la gente de Huntington no parece importarle que los mineros pudieran ser indocumentados. “No es su culpa”, aseguran, sino de los gobiernos de Estados Unidos y México. Curiosamente, esta situación de solidaridad coincide con el endurecimiento de medidas migratorias reveladas el pasado viernes, en un intento por enfrentar la contratación de indocumentados.
Deseamos que todos los esfuerzos para el rescate consigan llegar a tiempo hasta los mineros. Aunque las esperanzas de vida son escasas, el logro de estos tres migrantes ya es grande. Desde la oscuridad de la mina, estos tres mexicanos han hecho ver a la opinión pública que los trabajadores ilegales no son “los malos”, sino gente normal, que interactúa bien con los ciudadanos americanos, y que se han ganado la confianza de sus vecinos. Desde la soledad de los derrumbes, estos mineros nos dan una lección: todos podremos ayudar mucho a los migrantes, si contribuimos a difundir las historias de sacrificio y honestidad de nuestros paisanos, si damos a conocer las buenas noticias que muestran el lado humano, el rostro amable de los migrantes.
Correo: lfvaldes@prodigy.net.mx
s
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión