Luis-Fernando Valdés
Los medios de comunicación, que son la gran maravilla de nuestro tiempo, junto con grandes oportunidades de formación académica y cultural de las familias, conllevan también ciertos dilemas morales para los padres de familia, debido al contenido de algunos programas, libros o video juegos. En ocasiones, las familias no saben con claridad qué criterios seguir cuando tienen que decidir si sus hijos deben acceder o no a esos contenidos. ¿Qué parámetros se pueden considerar para elegir correctamente?
Lo primero es considerar que hay una relación entre los niños, los medios de comunicación y la educación que se puede considerar desde dos perspectivas. Por una parte, los medios forman a los niños, y por eso se le puede exigir a los medios como industria que asuman su responsabilidad en la elaboración de contenidos. Por otra parte, los padres de familia y los educadores deben formar a los niños para responder adecuadamente a los medios, es decir, deben ayudarlos a participar de manera crítica y activa como lectores, televidentes o radioescuchas.
El papel de los padres es de vital importancia para conseguir que se despierte en los niños –y también en los jóvenes– el sano sentido crítico ante los contenidos de los medios. El uso prudente de los medios se consigue cuando los padres de familia educan la conciencia de sus hijos, es decir, cuando los forman para que sean capaces de expresar juicios serenos y objetivos sobre la bondad o malicia del contenido de los programas o de las lecturas. Y estos juicios servirán después como punto de referencia en la elección o rechazo de los programas propuestos por los medios.
La educación para el recto uso de los medios debe ser positiva. No basta enseñar lo que es malo y porqué se debe evitar. Ahí no acaba la recta formación. Hace falta presentar a los niños lo que es bello y lo que es moralmente excelente, para ayudarles a desarrollar la apreciación estética, la prudencia y la capacidad de discernimiento. En este punto, es importante reconocer el valor fundamental del ejemplo de los padres y el beneficio de introducir a los jóvenes en los clásicos de la literatura infantil, las bellas artes y la música selecta.
Hoy muchos medios privilegian la acción, lo vertiginoso, lo excitante. Y hay que retomar un parámetro fundamental, la belleza, que es como un espejo de lo divino, que inspira y vivifica los corazones y mentes jóvenes. En cambio, la experiencia muestra que la fealdad y la tosquedad tienen un impacto deprimente en las actitudes y comportamientos.
Además, la educación para el recto uso de los medios, como toda labor educativa, requiere la formación del ejercicio de la libertad. Se trata de una tarea exigente. Muy a menudo la libertad se presenta como la búsqueda frenética del placer o de nuevas experiencias. Pero más que de una liberación se trata de una condena, pues se condiciona a los jóvenes a que consuman experiencias cada vez más fuertes, orillándolos incluso a la violencia, a la degradación sexual o las drogas.
Finalmente, un argumento clave para evitar contenidos –en libros, películas, dibujos animados o video juegos– que exaltan la violencia y reflejan comportamientos antisociales o que, en nombre del entretenimiento, trivializan la sexualidad humana, consiste en vivir la solidaridad con los que sufren. ¿Cómo se podría explicar este "entretenimiento" a los innumerables jóvenes inocentes que son víctimas realmente de la violencia, de la explotación y del abuso?
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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