Luis-Fernando Valdés
Se cumplen hoy treinta años de la marcha al Cielo del Fundador del Opus Dei. Su nombre aparece con frecuencia en los medios de comunicación. Canonizado por Juan Pablo II el 6 de octubre de 2002, es considerado un hombre de Dios por millones de personas que siguen sus enseñanzas y acuden a su intercesión. Por otra parte, algunos otros, no tan numerosos, se refieren a él como el creador de un grupo de poder dentro de la Iglesia. ¿Santo o radical de derechas? ¿Cuál es la verdad sobre San Josemaría Escrivá de Balaguer?
Para resolver estas preguntas, primero recordemos que un principio básico de honestidad intelectual consiste en no observar la realidad con los lentes equivocados. Por ejemplo, analizar una película de ciencia ficción, como Star Wars, desde la teología llevaría a ver herejías y blasfemias por doquier. Lo correcto, en cambio, sería analizarla con los lentes adecuados de la literatura de ficción y de la cinematografía. De igual modo, las realidades religiosas no se deben estudiar con ojos de política, o de sociología, sino con las categorías propias de la fe. Lo contrario sería forzar los temas espirituales a entrar en moldes de «izquierdas-derechas», «progresistas-conservadores».
Por esta razón, la figura de este santo se debe apreciar desde la fe. La importancia de este personaje es de tipo religioso y no de carácter político. Comprender a San Josemaría como un Apóstol de la llamada universal a la santidad es el enfoque adecuado para conocerlo y para juzgarlo. Así es como Benedicto XVI valora el papel que el Fundador del Opus Dei desempeña en la Iglesia.
El entonces Card. Ratzinger escribió que muchos piensan que la santidad no es para ellos, pues sería un ideal demasiado grande, reservado para unos cuantos «gimnastas» de la santidad, que realizan unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Y continuaba: «esa sería una idea totalmente equivocada de la santidad, una concepción errónea que sido corregida (...) precisamente por Josemaría Escrivá» (L’Osservatore Romano, 6.X.2002).
En efecto, con su ejemplo y su predicación, San Josemaría enseñó un camino fácil y eficaz de vivir a fondo el Evangelio, en medio del mundo, en la vida ordinaria. Y explicó que todos los fieles de la Iglesia —y no sólo unos cuantos— están llamados a ser santos, es decir, a vivir muy cerca de Dios, a pesar de sus defectos y limitaciones.
El entonces Cardenal explicaba que el Fundador del Opus Dei consiguió ser santo no por realizar acciones extraordinarias, sino porque hablaba con Dios, porque era amigo de Dios. «Ser santo no comporta ser superior a los demás; por el contrario, el santo puede ser muy débil, y contar con numerosos errores en su vida. La santidad es el contacto profundo con Dios: es hacerse amigo de Dios, dejar obrar al Otro, el Único que puede hacer realmente que este mundo sea bueno y feliz. Cuando Josemaría Escrivá habla de que todos los hombres estamos llamados a ser santos, me parece que en el fondo está refiriéndose a su personal experiencia, porque nunca hizo por sí mismo cosas increíbles, sino que se limitó a dejar obrar a Dios. Y por eso ha nacido una gran renovación, una fuerza de bien en el mundo, aunque permanezcan presentes todas las debilidades humanas» (L’Osservatore Romano, 6.X.2002).
Este mensaje de santidad en medio del mundo es el atractivo del Fundador del Opus Dei, que con su ejemplo y su mensaje nos llena de esperanza, porque nos recuerda que es fácil buscar a Dios, en medio del mundo, sin desalentarnos por nuestras limitaciones.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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