Año 10, número 492
Luis-Fernando Valdés
El Papa camino al Aula sinodal (Foto: News.va) |
Durante la semana,
mientras en el aula del Sínodo se debatía sobre el matrimonio y la familia, los
medios nos presentaron a dos facciones de cardenales enfrentados por el tema
del divorcio a un paso de dividir a la Iglesia. ¿Está a punto de ocurrir un
cisma?
El Sínodo
extraordinario sobre la familia ha trascurrido según lo previsto, con la
participación no sólo de cardenales y obispos, sino también de hombres y
mujeres casados. Mientras tanto, en la opinión pública se está gestando otro
“sínodo”: el “sínodo de los medios”, pues en los medios aparecen noticias
contradictorias que quizá no reflejan del todo la realidad del aula sinodal.
La situación se ha
puesto tan candente, que no han faltado quienes sostienen que estas diferencias
entre los dos bandos darán lugar un cisma en la Iglesia. Recordemos que un
cisma significa “el rechazo de la sujeción al Romano Pontífice o de la comunión
de los miembros de la Iglesia a él sometidos” (Código Derecho Canónico, 751).
Sin embargo, si
estudiamos con serenidad los hechos vemos que no hay por ahora señales de una
ruptura de esa magnitud. Analicemos los hechos.
Los medios han
presentado a la Iglesia dividida en dos grupos antagónicos. Uno, al que han
llamado la “revolución de la misericordia”, que estaría supuestamente compuesto
por el Card. Kasper y el Papa Francisco; y otro, al que se le tilda de
“conservador”, cuyo objetivo sería “frenar el sínodo”. [Ver aquí
y aquí]
En este caso, el diferencia
entre la fantasía y la realidad es muy sutil. Sí hay dos posturas ante el tema
de aceptar que los divorciados vueltos a casar pueden recibir la Comunión
sacramental. Pero eso no significa que haya un grupo que acepta el divorcio.
En la
indisolubilidad del matrimonio todos están de acuerdo. El propio Card. Walter
Kasper, que aboga para que sólo en ciertos casos se pueda dar la Comunión a divorciados
que contraen nuevas nupcias, recuerda que “el matrimonio sacramental ante la
Iglesia es indisoluble, pues así lo declaro Jesús”. [Ver aquí]
Todos los padres
sinodales están firmes en la indisolubilidad del matrimonio. De hecho, ese tema
no está a discusión en el aula. El relator general del Sínodo, Mons. Peter
Ërdo, dejó bien claro que “aunque el amor haya desaparecido, el vínculo
matrimonial es indisoluble mientras vive uno de los esposos”.
Respondiendo a
algunas posturas alarmistas, el cardenal Erdö reafirmó “la sacramentalidad del
matrimonio y su indisolubilidad. No está en cuestión la doctrina de la
indisolubilidad, reconocida incluso por quienes han tenido un matrimonio fracasado
y buscan un nuevo inicio.”
De igual manera,
todos los participantes en el sínodo saben que tienen que responder a un
problema real, que es la atención pastoral de los fieles divorciados casados
civilmente, pues “pertenecen a la Iglesia y tienen el derecho a ser acompañados
por sus pastores”. [Ver aquí]
Los puntos en
común son estos: “divorcio no, divorciados sí”. En cambio, al intentar
discernir cómo debe ser participación de
estos fieles en las comunidades y en la Eucaristía es donde empiezan las diferencias
que se están discutiendo apasionadamente en el Sínodo. Unos afirman que deben
abstenerse de comulgar sacramentalmente y otros insisten en que reciban la
Comunión.
Al repasar estos
hechos, nos damos cuenta que no es lo mismo disentir en una posible solución
para los divorciados, que en poner en duda toda la doctrina sobre la
indisolubilidad matrimonial. Por eso, hablar de un cisma no es lo más adecuado…
aunque sea lo que consiga más lectores.
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