Año 7, número 332
Luis-Fernando Valdés
Hace unos pocos días
celebramos el inicio de la Guerra de Independencia. La noticia fueron las
medidas de seguridad durante la ceremonia del “grito” [ver]. Y conmemoramos a
nuestros próceres: ¡viva Hidalgo, viva Morelos! Pero, después de doscientos
años, ¿todavía quedan héroes en nuestra Patria?
Ángel de la Independencia, Ciudad de México (Foto: vivirmexico.com) |
Con motivo del
Bicentenario de la Independencia, celebrado hace un año, quedó de manifiesto
que los héroes nacionales fueron humanos, con aciertos y defectos. También resultó
patente que la historia se cuenta según la conveniencia ideológica.
Pero los héroes
son necesarios. Así como la Iglesia tiene sus santos, y el Paseo de la Reforma
de la Capital a sus ilustrados, nuestro País necesita del ejemplo de ciudadanos
comprometidos, que sirvan de guía para los demás.
¿Dónde están esos
hombres y mujeres ilustres que hoy requerimos con urgencia? No hace falta
inventarlos, basta con enfocar a los personajes de la vida diaria, porque ahí
están los verdaderos fundamentos de nuestra Nación.
Hoy le brindo
homenaje a esos héroes que pocos reconocen, pero que son muy importantes, pues
sin ellos nuestra sociedad se vendría abajo. Son los cónyuges fieles, el papá
que sabe escuchar y la mamá que sabe exigir, la mujer que sin renunciar a su profesión
ama su maternidad, el esposo que al llegar del trabajo colabora en los trabajos domésticos.
Son las enfermeras
que pasan la Navidad en el turno de la noche, el médico que habla con una
franqueza llena de caridad a su paciente, los bomberos que salen corriendo ante
la llamada de emergencia, los soldados, marinos y policías que arriesgan su
vida y no reciben un “gracias” a cambio, los paramédicos que atienden los
heridos, aún bajo ráfagas de balas.
Son la secretaria
que sonríe y facilita las cosas, el vendedor que da kilos de mil gramos, el
comerciante que paga impuestos, el periodista que busca la objetividad
contrastando las fuentes, el estudiante que se gana con esfuerzo y honestidad
sus calificaciones.
Son el clérigo que
calla su opinión política y sólo habla de Dios, el sacerdote que confía en su
Dios y que acompaña a morir al moribundo, el misionero que gasta sus domingos
en tocar puertas para llevar un mensaje de paz.
Éstos –y tantos
otros que no fue posible mencionar– son los héroes mexicanos de todos los días,
aunque sus nombres no adornen las calles ni las plazas. Son los que por su fe
nos traen paz y esperanza; los que ponen el amor a su familia por encima de su
egoísmo; los que trabajan con honestidad y se entregan a los demás en su
profesión.
Pero hoy mismo necesitamos
con urgencia otros héroes más: víctimas que no devuelvan odio sino perdón,
madres que no aborten, funcionarios públicos que no cedan a la corrupción, profesores
que realmente sean sabios, policías que no pidan “mordida”, consumidores que no
compren piratería, estudiantes que no copien, jóvenes que no se enrolen con los
narcos.
Sólo con personas
así, llenas de fe y de valores, nuestro País saldrá adelante del abismo oscuro
en el que se encuentra hoy, por causa de la mentira, de la corrupción y de la
violencia. Recordemos que México es reflejo de lo que somos los ciudadanos.
Lo importante del
héroe no son las grandes gestas, ni que su nombre aparezca en la Historia
patria, sino que su ejemplo contribuya a configurar el modo de ser de los demás
ciudadanos. Y estos próceres anónimos y cotidianos son los que dan vida a nuestra
Nación, los que la hacen un lugar humano, hospitalario y entrañable. Brindo por
ellos, porque son el corazón de México.
lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com
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