Luis-Fernando Valdés
Nuevamente la gran ulcera social de la pornografía infantil volvió a sangrar. En días pasados, se habló la desidia de las autoridades de la Ciudad de México. Aunque es evidente se vende este material obsceno en diversos puntos de la Capital del País, el procurador capitalino, Rodolfo Félix Cárdenas, informó que en ninguna de las fiscalías se han iniciado averiguaciones previas por la exhibición de publicaciones pornográficas en puestos de periódicos. De inmediato legisladores del PAN y PRD manifestaron su inconformidad por la actuación del funcionario. Como suele suceder, la culpa se diluye en medio declaraciones, y eso nos impide llegar al fondo del problema.
El asunto es muy grave. En primer lugar hay víctimas reales. Son niños y niñas que son explotados. Su historia personal queda afectada, quizá de por vida. Sus rostros se exhiben en los kioscos, y nadie hace algo por ellos. Junto con ellos, toda la sociedad se ve afectada: los que solicitan este tipo de pornografía, sus familias y el ambiente moral de nuestra Nación.
Quienes consumen este tipo de material son responsables muy directos de la trata de menores, aunque sólo los vean desde las pantallas o las páginas impresas. Mientras haya demanda de estas imágenes aberrantes, habrá quienes hostiguen a esos niños. Además de cargar con esta grave responsabilidad moral, estos consumidores quedan destruidos por el vicio de la pornografía.
Otra noticia de la semana no menos impactante fue que México ocupa el segundo lugar en la creación de sitios web con pornografía, según un estudio revelado por Microsoft. Marco Antonio Navarro, gerente de seguridad digital de esa compañía, aseguró que “el país se coloca como uno de los mayores productores de pornografía, diariamente acceden millones de personas de todas las edades a estas páginas de internet y no sólo eso, navegan por horas”. Y comentó que lo más solicitado en los motores de búsqueda son “sexo” con 850 millones 200 mil búsquedas, “pornografía” con 373 millones y “violencia” con 161 millones.
No cabe duda que una sociedad que solicita tanta pornografía está muy enferma. Es una sociedad adicta. Y la adicción cobra su factura. Para sus consumidores las imágenes pornográficas son un sustituto audiovisual de la prostitución, más higiénico, más económico, e incluso quizá más práctico. A su vez, la prostitución es un sucedáneo, un sustituto degradado, irresponsable y pasajero, de la genuina comunicación amorosa humana. Mientras en el amor humano hace falta la libre voluntad de entrega mutua de un varón y de una mujer, en la prostitución bastan de ordinario el deseo del varón y la necesidad económica de la mujer.
Aunque algunos defienden la distribución de estas imágenes a nombre de la libertad, no podemos pasar por alto de que se trata de un grave problema social. Es muy sintomático que, en nuestra cultura actual sólo se considera verdaderamente reprobable la pornografía infantil, mientras que las demás conductas sexuales se presentan simplemente como “opciones sexuales” de seres humanos adultos.
En esta enfermedad global de nuestra sociedad todos tenemos que contribuir a la solución. Las autoridades civiles y de seguridad pública tienen que aplicar la ley y perseguir a los explotadores de menores y a los distribuidores de pornografía. Y todos los ciudadanos debemos rechazar sistemáticamente la pornografía en todas sus formas y denunciar su carácter degradante, tanto para las mujeres y niños en ella utilizadas como para los consumidores
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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