Luis-Fernando Valdés
Falleció Vianney P., una adolescente de 15 años, durante un aborto “legal” en el Hospital General de Balbuena de la Ciudad de México, el pasado 15 de febrero. La versión oficial indica que el médico que la atendió no verificó con un ultrasonido el tiempo de gestación, de modo que el no-nato tenía 16 semanas y no 12, y que eso produjo una hemorragia que conllevó la muerte de la jovencita. Algunos funcionarios del Gobierno del DF minimizaron el caso: un solo deceso en más de 5,800 abortos “legales”. ¿La muerte de Vianney fue un mero “efecto colateral”? Esta consecuencia no deseada “trae cola”, que es importante destacar.
Para centrar la cuestión, en primer lugar hablemos de que hay situaciones médicas muy delicadas que afectan a un número muy importante de habitantes. Se les conoce como “problemas de salud pública”. Cuando una enfermedad es denominada así, el gobierno del País tiene que tomar medidas claras y oportunas para combatirla. Declarar a un padecimiento como problema de salud pública tiene repercusiones, que afectan desde la legislación hasta el presupuesto, pasando por la publicidad en los medios de comunicación.
La legalización del aborto en la Ciudad de México, en parte, se ha presentado como una cuestión de salud pública. ¿No recuerda Usted cuánto se mencionaban cifras de mortandad de la madre, causada por recurrir a abortos “clandestinos”? (Como siempre había en esto una gran simplificación, pues si eran clandestinos ¿cómo obtenían las cifras?). Algunos argumentos a favor del aborto esgrimían que esas muertes por legrados “ilegales” se solucionarían, si se legalizaba la “interrupción del embarazo”.
Ahora bien, los efectos que produce el aborto voluntario son también un verdadero problema de salud publica, que no se ha querido reconocer. Holanda, donde se practican 30 mil abortos “legales” anuales, es el primer país en el que la opinión pública apenas comienza ha hablar de los efectos psicológicos del aborto. La edición de Amsterdam de “Metro” (25 enero 2008) publicó “La otra cara del aborto”, con un amplio reportaje con testimonios algunas mujeres sufren ataques de ansiedad, depresión y remordimientos. Se trata del síndrome “post aborto”.
No es un asunto cómodo para el gobierno holandés. Según Laura van Lee, investigadora de la fundación Rutger Nisso Group (que, curiosamente, es una organización a favor del aborto), se trata de un tema tabú porque que el actual gobierno de los Países Bajos no quiere reformar la legislación sobre el aborto. “Médicos y partidarios del aborto temen que los testimonios sobre efectos negativos del aborto puedan llevar a limitarlo e incluso a prohibirlo”, reconoce Lee.
El síndrome “post aborto” es una verdadera enfermedad, que afecta a muchos mexicanos. Prácticamente no hay cifras de las mujeres –y de los varones– que tienen padecimientos psicológicos causados por “interrumpir” el embarazo. Y es que la Autoridades sanitarias no las van a recabar, pues al momento en que se vea la gran cantidad de personas afectadas, no tendrán más remedio que declarar al aborto voluntario como “problema de salud pública”, y deberá tomar medidas legislativas y económicas para remediarlo. Y la única solución eficaz será… prohibir el aborto. Ojalá que la muerte de Vianney, conciudadana nuestra, por la cual rezamos para que descanse en paz, sirva para tomar conciencia de que algo no va bien en la legalización del aborto, y para aceptar que el aborto es problema y no solución.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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