Luis-Fernando Valdés
“Año Nuevo, vida nueva”, reza un conocido refrán. La Secretaría de Educación del Distrito Federal anunció que repartirá libros de historia gratuitos, durante el mes de enero del 2008, además de otros textos sobre cuidado ambiental y sobre el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución. Parece que al “nuevo Año” le corresponderá “historia nueva”. Reescribir la historia patria es un tema muy delicado, que puede favorecer la identidad nacional, o dividir el País. ¿Adónde queremos llegar?
Estos libros son un proyecto de la Secretaría de Educación del DF, en conjunto con el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, que es una asociación civil constituida el 19 de febrero de este año, y presidida por Guillermo Tovar de Teresa. Desde el siglo XVI hasta 1987, el cargo de cronista de la ciudad era asignado por las autoridades de gobierno. Desde hace unos meses se trata de un Consejo de la Crónica ciudadano, lo cual puede garantizar cierta independencia.
El nuevo texto está dividido en 16 capítulos, uno por Delegación política, y en ellos se aborda la vida de los barrios, las calles y los monumentos históricos; y destina un capítulo a la construcción de la sociedad civil en la ciudad, escrito por Carlos Monsiváis. El tiraje será de un millón de ejemplares, que se distribuirán entre estudiantes de preparatoria, bibliotecas públicas y otros organismos.
Hasta aquí todo va muy bien. Pero en su conferencia de prensa, Axel Didriksson, encargado del sector educativo en el gobierno capitalino, hizo una declaración que levanta sospechas. Afirmó que para llevar este libro a las secundarias públicas, se esperará a tener el consenso con la SEP, pero si esta dependencia federal considera que el libro es inadecuado para los niños a pesar de hablar sobre la identidad e historia de la ciudad, “nosotros lo vamos a distribuir aparte”. ¿Una versión de la historia que será “impuesta” a las nuevas generaciones? ¿Por qué no entablar un diálogo en caso de que el libro se considerado inadecuado?
Escribir la historia es un tema de gran importancia. Es una de las claves para construir la identidad nacional. Desde 1823, cuando se consumó el movimiento de Independencia, la historia de México se ha escrito varias veces. En no pocos casos, el hilo conductor de los episodios patrios ha sido justificar a los diversos regímenes e ideologías. Todavía hoy la identidad de México está en disputa ideológica y partidista, en vez de dar lugar a un serio debate académico. Y esa declaración de Didriksson parece sugerir que este nuevo texto será un hito más en la “reescritura” partidista de la historia nacional. Ya lo veremos dentro de poco.
Al reelaborar la historia se requiere, por una parte, de auténticos profesionales del estudio de la historia, que den cuenta exhaustiva de las fuentes y que reconozcan abiertamente los puntos de vista ideológicos de los que ellos mismos parten. Y, por otra, se necesita un sentido muy grande de la justicia, que sepa aceptar que todos somos mexicanos, porque en los textos en los que se divide dialécticamente a México bandos (criollos e indígenas, conservadores y liberales, revolucionarios y reaccionarios, etc.) siempre hay un grupo de ciudadanos que quedan segregados, convertidos en mexicanos de segunda categoría. Hace falta repensar la identidad nacional, reescribir nuestra historia, en la que se haga justicia y se busque la unidad: aunque pensemos diferente, todos somos hijos de esta gran Patria.
Correo: lfvaldes@prodigy.net.mx
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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