Año 11, número 550
Luis-Fernando Valdés
Después de los
tristes atentados en París, empezó oficialmente la guerra de Francia contra el
Estado Islámico. Esta crisis internacional ha robado la tranquilidad a
Occidente, y a muchos les ha puesto a prueba su confianza en Dios. ¿Está cerca
otra gran guerra global?
Flores y veladoras por las víctimas del atentado en Bataclan (Foto: cadenaser.com) |
1.
Un inesperado cambio de enfoque. Desde el trágico atentado a las Torres
Gemelas de Nueva York, aquel 11 de septiembre de 2001, fuimos testigos de una
guerra de las potencias occidentales contra grupos terroristas.
Nuestro paradigma
en aquel momento consistía en que las batallas se libraban en la geografía de
Medio Oriente, de manera que América y Europa estaban a salvo, lejos de las
acciones bélicas. Pero, después de París, la guerra llegó a nuestra propia
casa.
Ahora ya nos
detuvimos a pensar en la tragedia que es cada guerra: en las familias que
sufren la muerte de sus padres o hijos, en los bosques arrasado y las ciudades
bombardeadas. Pero esto no es nuevo para la otra parte del planeta: ¡la guerra
siempre ha estado presente en Medio Oriente y en África!
Por eso, el Papa
Francisco al mostrar su dolor y su condena por atentado en París, insistió una
vez más en que estamos viviendo una “tercera
guerra mundial a pedazos” (News.va,
14 nov. 2015). Es decir, llevamos décadas con conflictos militares en
muchos lugares del planeta, pero no se suele hablar de ellos.
2. Los Pontífices y la paz del mundo.
La preocupación por la paz mundial ha estado en el primer lugar de las
preocupaciones de los papas de los siglos XX y XXI. Pío XI adoptó como lema “la
paz de Cristo en el reino de Cristo”, y expresamente manifestó que deseaba
continuar los esfuerzos puestos por Pío X, al que consideraba un precursor en la
obra de restablecer la paz, la cual fue el programa del pontificado de
Benedicto XV.
A Pío XII le tocó
en su primera encíclica, después de estallar la segunda guerra mundial,
comprobar cómo humanamente se venía abajo el ideal de su predecesor: “En medio
de este mundo, que hoy ofrece un contraste tan estridente con la paz de Cristo
en el reino de Cristo, la Iglesia y sus fieles atraviesan años de prueba” (Enc.
Summi Pontificatus , 20-X-1939, n. 36).
3. La “fórmula” de Juan Pablo II. El
Papa polaco explicaba que hay un
límite para el mal y las guerras, aún cuando parece que nunca
desaparecerán. Ese límite consiste en el perdón, porque “¿qué significa
perdonar sino recurrir al bien, que es mayor que cualquier mal? Un bien que, en
definitiva, tiene su fuente únicamente en Dios” (cfr. Memoria e identidad, 27-36).
En esta misma
línea, ha sido sobrecogedor el mensaje
que Antonine Leiris dirigió a los terroristas del ISIS que asesinaron a su
esposa en los atentados de París. En su publicación (que se hizo viral), les
dice: “no tendrán mi odio”, y también promete que no permitirá que su pequeño
hijo de solo 17 meses de edad crezca con temor ni odio al ISIS.
Juan Pablo II
escribió también que el nazismo parecía haber llegado para quedarse, pero que
desapareció, por que la Misericordia Divina le puso un límite. Es decir, el mal
sólo llega hasta donde Dios lo permite (cfr. Ibidem, 74-75).
Nos llegaron
tiempos de guerra, pero con un formato diferente a los anteriores. Ahora el
conflicto militar es contra terroristas y el escenario de combate son nuestras
propias ciudades.
Junto con las medidas políticas y militares, es necesario que
el pánico inicial ceda su lugar al perdón y que la desconfianza se convierta en
una petición sincera a Dios para que ponga ya límite al mal. Ahí están las
claves para que retorne la paz.
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