domingo, 25 de julio de 2010

“Narco lección”

Luis-Fernando Valdés

Recientemente, la Ciudad de Torreón atrajo la atención de los medios informativos de América y Europa. El motivo fue la triste noticia de la masacre de 18 personas (más 17 heridos), durante una reunión (19.VII.2010). Como para no creerlo, este atentado ya se había anunciado por Internet, dos semanas antes. ¿Por qué en una fiesta? ¿Por qué a los jóvenes?
La causas de esta durísima crisis nacional son variadas y complejas, de modo que en el espacio de la columna de hoy no los podemos agotar. Sin embargo, sí podemos hacer una serie de reflexiones a propósito de estos muchachos asesinados.
Sin poder dejar de lado la ola de sangre, de crueldad, de desintegración familiar, vale la pena centrarnos un momento en la cultura que el narcotráfico ya ha introducido en nuestro País. No me refiero sólo a los “narco-corridos”, sino al horizonte que se ha creado y al que ya aspiran miles de jóvenes, que afirman: “de grande quiero ser sicario”.
Los mexicanos por cultura somos personas que se saben entregar a ideales. Y esa entrega tiene generalmente un cariz “vocacional” (“nací para esto”), y no pocas veces raya en una religiosidad (aunque no se refiera a un Ser sobrenatural). De modo que cuando un joven mexicano escoge un ideal que seguir, seguramente lo verá como la misión por la cual vivir y a la cual ser fiel.
Cuando estos ideales son espirituales o altruistas, no hay mayor problema (salvo algunas exageraciones propias de la juventud). Entonces los jóvenes ponen toda su iniciativa, su tiempo y su energía en ese ideal: misiones religiosas, proselitismo político, voluntariado y el ejército. Pero, ¿qué pasa con ese gran potencial, cuando se elige como ideal el narcotráfico?
Éste es el gran problema que hoy quisiera denunciar: México está perdiendo el corazón de miles de jóvenes, y toda la iniciativa y la energía que ellos tienen se está convirtiendo en la herramienta de bandas armadas.
Ahora mismo, la crueldad ya no es el único tema preocupante, sino también lo es constatar la gran capacidad de organización, de estrategia, de iniciativas financieras y paramilitares. Es decir, hay una gran iniciativa y mucha inteligencia detrás de esta guerra. Y esa iniciativa e inteligencia de tantos jóvenes son lo que el narco le ha robado a nuestro País.
Qué pena que tantas personas no hayan tenido la oportunidad de emplear sus grandes capacidades para hacer el bien, para levantar su comunidades, para sacar adelante a nuestra Patria. No  es suficiente denunciar que la pobreza, la injusticia, la desigualdad de oportunidades, el difícil acceso a la educación son algunas de las causas, porque el problema sigue ahí: esos jóvenes ha encontrado en la asociación con las bandas de traficantes el modo de crecer y servir a un ideal.
La cultura del narco ha venido a llenar un triste hueco: el de los ideales por los cuales entregar la vida. Qué pena que la Fe y la Patria ya no sean el horizonte para esos jóvenes. La pérdida de credibilidad en no pocos de los que detentan los ideales religiosos, políticos y cívicos subyace en este problema.
Ésta es una amarga lección que nos da el narcotráfico: si a los jóvenes no se les presentan ideales verdaderos (religiosos, políticos, sociales…), si no hay quienes encarnen de verdad esas altas metas (clérigos, políticos, empresarios, periodistas…), si no se ofrece a los muchachos las condiciones (económicas, educativas, sanitarias…) para conseguirlos, entonces el narco seguirá fagocitando a la juventud mexicana. La tarea pues está clara… vayamos por ella.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Quiero felicitarte por el artículo titulado "De grande quiero ser sicario". tienes razón en todo lo que ahí planteas.
    Es tan triste y lamentable la situación de nuestros jóvenes hoy en día. Cada vez son más vulnerables...no sólo por la posibilidad de convertirse en sicarios, lo cual ya es muy grave. Aquellos que probablemente no lo hagan, y que incluso pertenezcan a familias integradas, cuyos padres intentaron educarlos con un mínimo de valores, están siendo absorbidos por un relativismo impresionante, donde se vive en la inmediatez, en una cada vez más extendida adolescencia prolongada, por un ideal consumista, un individualismo que los lleva a no desear casarse, ni siquiera poner inteligencia en la elección de la pareja, como para buscar tener una unión estable. No tienen proyecto a futuro, sino inmediato.

    Y los que se aventuran a casarse, se desgastan en tener un nivel de vida centrado en lo material y en ellos mismos y poco piensan en los hijos como un don maravilloso, sino como algo que vendrá a "truncar" su libertad.
    Con esto me refiero a todos aquellos que, ni son muy malos (como los sicarios) ni muy buenos. Se conforman con ser ni muy muy ni tan tan.(incluso se ufanan)
    ¿Qué hemos dejado de hacer los papás? o más bien ¿En qué momento cambiamos nuestras prioridades, dejando la formación de nuestros hijos, privilegiando el "bienestar" material?
    ¿En qué momento a las mamás se nos hizo creer que ser madre de tiempo completo te impide realizarte como mujer?
    No quiero cansarte con mis reflexiones.
    Saludos cordiales,
    Mary Carmen Ortuño de C.

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  2. Mary Carmen,

    Muchas gracias por su felicitación y por darse el tiempo de compartir sus reflexiones. Coincido totalmente con Ud. y comparto profundamente la preocupación por el futuro de la juventud mexicana. Esta dura realidad nos tiene que llevar a pensar qué hemos hecho mal como sociedad, porque hemos destruido su cimiento: la familia.

    Es importante que seamos muchos los que nos expresemos ante la opinión pública, tanto para intentar dar una orientación, como para mostrar que no somos pocos los que compartimos estos puntos de vista, que no son meras palabras, sino que se basan en la naturaleza humana, y que tienen su corroboración en la Revelación divina.

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