Luis-Fernando Valdés
El pasado jueves 16 de este mes, Benedicto XVI se reunión con los jefes de la Curia Romana para reflexionar sobre las peticiones de dispensa de la obligación del celibato y las de readmisión al ministerio sacerdotal que han presentado los sacerdotes casados durante los últimos años. Tras ese encuentro, por una parte, la Santa Sede reafirmó “el valor de la elección del celibato sacerdotal según la tradición católica y se ha reiterado la exigencia de una sólida formación humana y cristiana tanto para los seminaristas como para los sacerdotes ya ordenados". Por otra, algunos vaticanistas, como la corresponsal del New York Times, se hicieron eco de quienes sostienen que una reunión de los altos cargos de la Iglesia es “síntoma de un profundo malestar en el interior de la Iglesia”. Son dos visiones opuestas: el celibato sacerdotal ¿es fuente de auto-realización o es el tributo que hay que pagar para ser clérigo?
Generalmente, cuando se busca dar respuesta a esta aporía, los argumentos proceden de la psicología o de la sociología, que tienen su valor, pero con la limitación de observar este fenómeno “desde fuera”. Pocas veces aparece en los medios una argumentación de tipo religioso, que es el contexto originario del celibato, y el motivo por el que miles de varones lo escogen como modo de vida. Hoy les ofrezco una explicación religiosa del celibato sacerdotal.
En primer lugar, hay que afirmar que el celibato da al sacerdote una libertad total para amar al Señor en cuerpo y alma. Es decir, el motivo para elegir este estado de vida es el amor a Dios. Se trata pues de una elección, realizada por amor. Por eso, para apreciar realmente este carisma, es importante entenderlo como un ejercicio de la libertad.
Juan Pablo II recordaba que el planteamiento, muy difundido, de que el celibato sacerdotal en la Iglesia Católica es una imposición legal procede de un malentendido histórico, que incluso es resultado de una “mala fe” (Carta, 8.IV.1979, n. 9). En primer lugar, el compromiso de celibato sacerdotal es la consecuencia de una decisión libre tomada después de varios años de preparación. Es un compromiso para toda la vida, aceptado con responsabilidad plena y personal. Este Papa subrayaba que “se trata de mantener la palabra dada a Cristo y a la Iglesia”. Es decir, es una cuestión de fidelidad que expresa madurez interior. Y esta madurez se manifiesta especialmente cuando esta decisión libre “encuentra dificultades, es puesta a prueba o expuesta a tentación” (cfr. ibidem).
Por ser fruto del ejercicio de la libertad, el sacerdocio lleva consigo un gran potencial para la auto‑realización. Con la ayuda que Dios da a los que ha llamado para este camino, el celibato puede dar al hombre que lo ha elegido esa plenitud que sólo gozan los que saben amar de verdad.Un prestigiado psiquiatra polaco, que ha trabajado largos años con sacerdotes, Wanda Poltawska, explica que la paternidad espiritual que conlleva el celibato sacerdotal, la alegría de dar el supremo don Dios a otros, “pone la dignidad sacerdotal sobre un plano tan alto en la jerarquía de posibilidades humanas, que no se puede comparar con ninguna otra cosa y no deja lugar para la frustración”.
No se puede ocultar que algunos presbíteros tienen problemas para vivir la entrega en el celibato. Pero la solución no consiste en suprimir este modo de vida, sino en redescubrir la libertad, que lleva a una entrega amorosa a Dios y a los demás. Darse en cuerpo y alma por amor, ahí está la fuente de auto-realización de los sacerdotes.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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