domingo, 18 de marzo de 2012

El Papa alemán y el Pueblo judío


Conoce al Papa, n. 18
Luis-Fernando Valdés

Benedicto XVI en el Muro de las Lamentaciones,
en su viaje a Tierra Santa (2009).
Una estudiante universitaria judía, inteligente y de gran corazón, me contó que, cuando Benedicto XVI fue elegido, pensó: “como este Papa es alemán, no nos va a querer a los judíos”. Este comentario refleja un prejuicio común: afirmar gratuitamente que, por ser teutón, Joseph Ratzinger no debería apreciar a los hebreos. Pero esta misma estudiante reconocía que los hechos han mostrado lo contrario: la excelente relación del Papa con el Pueblo de Israel.

En 2005, el Papa Ratzinger visitó la sinagoga de Colonia. Allí, manifestó su intención de “continuar el camino hacia una mejora de las relaciones y de la amistad con el pueblo hebreo”. Como en ese año se cumplía el 60º aniversario de la liberación de Auschwitz, el Pontífice expresó su profundo respeto a las víctimas del holocausto: “Me inclino ante todos los que experimentaron aquella manifestación del ‘mysterium iniquitatis’ ” (Discurso, 19.VIII.2005).

En 2006, en su viaje a Polonia, Benedicto XVI visitó Auschwitz. Y ahí afirmó que con la Shoa, los nazis “querían matar a aquel Dios que llamó a Abraham, que hablando en el Sinaí estableció los criterios para orientar a la humanidad, criterios que son válidos para siempre”. “En realidad, –dijo– con la destrucción de Israel, con la Shoah, querían en último término arrancar  también la raíz en la que se basa la fe cristiana, sustituyéndola definitivamente con la fe hecha por sí misma, la fe en el dominio del hombre, del fuerte” (Discurso, 28.V.2006).

En 2008, el Santo Padre fue recibido en la sinagoga de Nueva York. Su saludo fue emotivo: “Shalom!  He venido aquí con gran alegría […] para expresar mi respeto y estima a la comunidad judía de Nueva York. […] Me resulta conmovedor recordar que Jesús, siendo joven, escuchó las palabras de la Escritura y rezó en un lugar como éste” (Discurso, 18.IV.2008).

En 2009, el Papa Benedicto viajó a Tierra Santa, en pleno conflicto entre israelíes y palestinos. Esta visita apostólica permitió ver la talla intelectual, la altura moral y la experiencia diplomática del Santo Padre, que lo llevaron a sacar adelante uno de los reto más grandes de su pontificado: hablar de la paz a dos naciones en conflicto.

El Pontífice con gran claridad exhortó a la paz a ambos pueblos: “Permítame lanzar este llamamiento a todas las personas de estas tierras: ¡Nunca más derramamiento de sangre! ¡Nunca más enfrentamientos! ¡Nunca más terrorismo! ¡Nunca más guerra!” (Discurso, 15.V.2009).

En 2010, tuvo la oportunidad de repetir la visita de un Papa a la sinagoga de Roma. En su discurso, interrumpido en siete ocasiones por los aplausos de los presentes, Benedicto XVI reconocío que “cristianos y judíos tienen en común gran parte de su patrimonio espiritual, rezan al mismo Señor, tienen las mismas raíces, pero con frecuencia se desconocen mutuamente”.

Por eso, para tender puentes, el Santo Padre destacó la multisecular convivencia pacífica entre judíos y católicos que viven la Ciudad Eterna, donde habitan “la comunidad católica con su Obispo y la comunidad judía con su rabino jefe”, y animó a “que esta convivencia sea animada por un creciente amor fraterno” (Discurso, 17.I.2010).

Con cierta rapidez, la fama del respeto y aprecio del Papa por los judíos ha ido creciendo, porque Benedicto XVI siempre ha reconocido la realidad del holocausto, y le ha dado un sentido religioso: fue una atentado contra el Dios que se reveló a Israel. Y, además, este gran prestigio ha crecido porque el Papa ha buscado el diálogo y la convivencia entre cristianos y judíos.

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