domingo, 25 de abril de 2010

Colaborar con la verdad

Luis-Fernando Valdés

Hace cinco años, contemplaba emocionado la Misa del Solemne Inicio del Pontificado de Benedicto XVI. Era de madrugada en el tiempo de nuestro País. Salió el sol y, en el ejemplar del periódico "a.m." de esa mañana, pude contemplar impreso un artículo mío sobre el sobre el recién elegido Pontífice. Que lejos estaba de pensar que cinco años después, el Papa Ratzinger iba a estar en el ojo del huracán.

Recién fallecido Juan Pablo II, un amigo me invitó a un programa de radio en Querétaro, dónde yo vivía en ese momento, para hablar de la figura y mensaje del Papa polaco. Mi participación se repitió con motivo del Cónclave, y como yo había saludado alguna vez al entonces Card. Ratzinger, en la universidad española en la que yo estudiaba el doctorado en Teología, me convertí en el “experto” sobre el tema.

He de decir que durante los dos años previos a estos episodios, había estado leyendo de modo sistemático varios libros de Joseph Ratzinger: en cierto modo, se justificaba mi calidad de “experto” en el tema.

Por estos dos factores y una buena casualidad, fui invitado a para escribir, en un periódico de Querétaro, un artículo en el que explicara quién era el nuevo Pontífice. En esa colaboración, salí al paso de los “mitos” sobre el recién elegido, como su supuesto pasado nazi.

Y a esta entrega siguieron cuatro o cinco más, explicando el pensamiento del Papa alemán. Y a partir de entonces, gracias a los lectores, ese espacio se convirtió en la columna “Fe y razón”. Confieso que llegue a pensar que pronto ya no tendría temas para escribir sobre el Papa… pero, semana a semana, no han faltado noticias sobre el Pontífice, ni oportunidades para comentar aspectos de su pensamiento.

Después de cinco años de presentar a los lectores sus viajes, de comentar sus encíclicas y discursos, y de analizar con detalle las polémicas, se confirmó en mí la percepción inicial que tuve de aquel Cardenal con el que conversé en castellano.

Cuando terminó aquella breve presentación, al contemplar la sencillez y afabilidad del quizá mejor teólogo de la segunda parte del siglo XX, al sentir su mirada amable y escuchar su voz suave y pausada, pensé: “yo quisiera ser su amigo”. Y hoy sigo deseándolo, quizá con mayor ilusión.

Hay un pasaje de sus memorias que me impresionó mucho, y que ha sido uno de mis puntos de inspiración en mi labor como docente universitario de Teología. Ahí el Profesor Ratzinger cuenta que escogió como lema episcopal una palabras de la tercera epístola de San Juan: “colaborador de la verdad”. Y su trayectoria intelectual y vital confirman que así ha vivido.

Benedicto XVI ha resultado un Papa “incómodo” porque no ha dudado en denunciar que “en el mundo de hoy el argumento de la ‘verdad’ ha casi desaparecido”, pero “si no existe la verdad todo se hunde”. Y, con una gran talla intelectual, ha explicado una vez y otra que la mente humana sí puede conocer la verdad, y que por eso el hombre puede y debe orientar su vida hacia esa verdad.

Han pasado cinco años, en una continua apología por el Papa, que nunca ha sido artificiosa, sino que ha surgido con naturalidad, pues sólo he expuesto los hechos, que por sí solos muestran su gran talla moral e intelectual. Ojalá también esta columna mía amerite ser llamada “colaboradora de la verdad”.

Después de haber seguido de cerca su pontificado, he visto a un Papa que no ha tenido miedo de la verdad sobre los errores de la Iglesia; he contemplado a un Pontífice que no se ha desmoralizado ante una opinión pública hostil. Habemus Papam!

Correo: lfvaldes@gmail.com

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domingo, 18 de abril de 2010

Dictadura sutil

Luis-Fernando Valdés

El Papa celebró su cumpleaños 83 entre el acogimiento de los católicos y la dura campaña de desprestigio de algunos medios. Este fin de semana, Benedicto XVI inició un viaje apostólico a la Isla de Malta, y no faltaron protestas y manifestaciones de algunos lugareños. ¿Qué hay en el fondo de esta crisis mediática?

Atravesamos por una “histeria mediática” (Diego Contreras), que consiste en sacar en la prensa únicamente los casos de pederastia atribuidos a sacerdotes, de modo que se relacione en la mente del lector o espectador a la Iglesia con los abusos sexuales a menores.

Los sociólogos llaman “pánico moral” a la presentación de problemas sociales existentes desde hace decenios como si fueran nuevos, con datos exagerados que se repiten sistemáticamente (Massimo Introvigne).

Estos fenómenos de comunicación de masas producen un efecto casi invisible: la desconfianza en la religión, la cual es la principal fuente de esperanza de los seres humanos. Los causantes de esta crisis están –consciente o inconscientemente– reproduciendo lo que la Alemania nazi o la Rusia comunista intentaron por todos los medios: eliminar a Dios.

Estos sistemas totalitarios persiguieron a la religión para que el hombre se olvidara de Dios, y pusiera su esperanza en el Tercer Reich o en el Paraíso del proletariado. Hoy sucede lo mismo, pero con una nueva versión: que la esperanza se ponga en la ciencia, en la riqueza, en una vida placentera…

En una homilía reciente, el Santo Padre puso de relieve que las dictaduras siempre han sido contrarias a la obediencia a Dios. “La dictadura nazi, así como la marxista, –dijo– no pueden aceptar a un Dios por encima del poder ideológico”.

Y explicó que hoy existen formas sutiles de dictaduras: “Un conformismo, por lo que se vuelve obligatorio pensar como piensan todos, actuar como actúan todos, y las agresiones sutiles o menos sutiles contra la Iglesia, demuestran cómo ese conformismo puede realmente ser una verdadera dictadura”.

El Papa explicó que la causa de estas dictaduras consiste en que el hombre toma el lugar de Dios y termina por eliminar al hombre. Recordó que se habla a menudo de la plena autonomía del hombre y, por tanto, de liberarse de Dios. “Pero esta autonomía –afirmó– es una mentira. Una mentira ontológica, porque el hombre no existe por sí mismo y para sí mismo. Es una mentira política y práctica, porque la colaboración y el compartir libertades son necesarios y si Dios no existe, si Dios no es una instancia accesible al hombre, queda como suprema instancia sólo el consenso de la mayoría”.

Pero esa opinión mayoritaria se convierte en un instrumento contra el hombre. El Pontífice advirtió que entonces “el consenso de la mayoría se vuelve la última palabra a la que debemos obedecer y este consenso –lo sabemos por la historia del siglo pasado– puede ser también un consenso del mal. Así vemos que la denominada autonomía no libera al hombre”.

Esta crisis mediática busca desprestigiar a la Iglesia, para que su peso moral no siga denunciando los grandes crímenes de nuestra civilización: aborto, eutanasia, corrupción, hedonismo… Como lo intentó Hitler, como lo buscó Stalin.

La lección de la Historia es importante. Cuando el ser humano pone su esperanza de plenitud, de felicidad, de superar el mal y de encontrar sentido, únicamente en un sistema intramundano, el resultado siempre es el mismo: el hombre atropella al hombre. La esperanza que no falla es la fe sobrenatural, pues es la única que libera al hombre al unirlo a Dios.


Correo: lfvaldes@gmail.com

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Para entender la crisis mediática de la Iglesia

Como material adicional a mi columna de hoy domingo, 18 de abril de 2010, les sugiero que vean los siguientes artículos:


domingo, 11 de abril de 2010

El Papa en la mira



Luis-Fernando Valdés

La agencia “Associated Press” (AP) acaba de publicar una carta del entonces Card. Ratzinger en la que supuestamente postergaba la remoción del ministerio al pederasta Stephen Kiesle. Esta nota dio la vuelta al mundo ayer, y ha dejado un halo de sospecha sobre Benedicto XVI. Pero ¿el actual Papa defendió realmente a un pedófilo?

Veamos primero la historia de este suceso. La diócesis de Oackland pidió a la Santa Sede la dimisión de Kiesle, en 1981; fue hasta finales de ese año que el Card. Ratzinger inició su gestión como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), organismo encargado también de seguir este tipo de casos. Fue hasta 1985 que el Prefecto Ratzinger envió al obispo de Oackland, una carta en latín, explicando que convenía considerar el caso teniendo en cuenta el bien de la Iglesia universal y anunciando que se requería una evaluación minuciosa que llevaría tiempo. En 1987, Kiesle fue reducido al estado laical.


Ahora veamos la explicación del Vaticano que, salvo que pensemos que la Santa Sede miente, reconstruye mejor que la AP el proceso que fue seguido contra Kiesle. El entonces Prefecto no ordenó que este sacerdote fuera readmitido, sino que sugirió prudencia en su dimisión. También aconsejaba “tener el máximo cuidado paternal”, pero no para el agresor sino para las víctimas.

El Card. Ratzinger definía como “muy significativos” (de mucho peso) los argumentos presentados para remover al sacerdote de su ministerio, pero sugería prudencia al obispo diocesano, pidiéndole que considerara “el bien de la Iglesia universal” y el “daño que conceder la dispensa (del ministerio) puede provocar en la comunidad” sobre todo por la joven edad del sacerdote.

En otras palabras, era una invitación a la prudencia y no una orden para readmitir a Kiesle a sus encargos pastorales, y además esta readmisión no estaba en la jurisdicción de la CDF sino en la del obispo local. La confusión proviene de confundir “remoción del encargo pastoral” (no poder ejercer el ministerio) con “reducción al estado laical” (dejar de ser sacerdote). El futuro Papa no rechazó que Kiesle fuera removido del ministerio, sino que pidió prudencia para dar el segundo paso.

En realidad, este hecho no muestra ningún encubrimiento por parte del Card. Ratzinger, sino más bien mucha prudencia para una decisión que, en el contexto de hoy, se nos antoja que debe ser inmediata. Prudencia no es complicidad, pero esta demora sirve para sembrar la sospecha.

Y la sospecha es el objetivo de fondo. En la nota original de la AP (www.ap.org), el autor, Gillian Flaccus, en su interpretación del suceso, muestra este afán de salpicar al Papa con la duda de si fue cómplice de ocultar estos casos de pederastia.

Esta carta, escribe Flaccus, “constituye un desafío aún mayor a la insistencia del Vaticano de que Benedicto no desempeñó ningún papel en el bloqueo de la remoción de sacerdotes pedófilos durante sus años como jefe de la oficina de vigilancia doctrinal de la Iglesia Católica”.

Entonces, según este periodista, el Vaticano tiene el desafío de probar que el Santo Padre no obstaculizó los castigos a los ministros pederastas; o sea, que el Papa protegió a un pedófilo y ahora el Vaticano tiene que probar que no fue así.

A pesar de estos comentarios, son los hechos los que acreditan la valiente actuación de Benedicto XVI que, por una parte, ha mostrado mano firme con los sacerdotes abusivos; y, por otra, ha expresado un deseo grande de volver a reunirse con las víctimas.

[La carta se puede leer en: http://www.corriere.it/Primo_Piano/Cronache/2010/04/09/pop_lettera.shtml]

Correo: lfvaldes@gmail.com

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domingo, 4 de abril de 2010

Defienden ateos al Papa

Luis-Fernando Valdés

Con motivo de los escándalos de pederastia por parte de algunos clérigos en Estados Unidos y Alemania, una activista de izquierda afirmó que la legitimidad de la Iglesia como garante de la educación de los más pequeños se ha visto minada. Duras palabras, pero ¿qué hay en el fondo de esta tendenciosa afirmación?

La respuesta nos la proporciona Marcello Pera, filósofo y senador italiano, que no es creyente. En forma de carta abierta al “Corriere della Sera” (Milán,17.III.2010), titulada “Una agresión al Papa y a la democracia”, este pensador ofrece un fino análisis de la campaña mediática en la que se ha visto envuelta la Iglesia católica.


El Prof. Pera afirma que el laicismo ha declarado la guerra al cristianismo en el mundo occidental. No se trata de una batalla aislada sino de una guerra total, extendida en todos los frentes. El laicismo cambiado de táctica pero el objetivo sigue siendo el mismo: destruir la religión católica.

El ex Presidente del Senado italiano señala que esta guerra no es “propiamente contra la persona del Papa, porque, en este terreno, es imposible. Benedicto XVI es inexpugnable en su imagen, su serenidad, su limpidez, su firmeza y doctrina. Basta su leve sonrisa para desbaratar un ejército de adversarios. No, la guerra es entre el laicismo y el cristianismo”.

El coautor también, junto con Benedicto XVI, de un libro de ética y política, (“Sin raíces”, 2009), explica que esta campaña mediática ataca al Papa, porque “los laicistas saben bien que, si algo de fango llega a la sotana blanca, la Iglesia se ensuciaría, y si ella está sucia, también lo estaría la religión cristiana”.

Según Marcello Pera, éste sería el trasfondo de las preguntas que esta campaña está empleando para desprestigiar a la Iglesia, como “¿quién mandará a sus hijos a una escuela católica?”

Este pensador compara la situación actual con el nazismo y el comunismo. Si en tiempos de estas ideologías, «la destrucción de la religión comportó la destrucción de la razón, el triunfo del laicismo hoy no comportaría el triunfo de la razón laicista, sino otra barbarie».

E inmediatamente, Pera señala las consecuencias de este laicismo, que ya son bien visibles: “en el plano ético, es la barbarie de quien asesina a un feto porque su vida dañaría la ‘salud psíquica’ de la madre. De quien dice que un embrión es un ‘grumo de células’ bueno para experimentos. De quien asesina a un anciano porque ya no tiene una familia que lo cuide. De quien acelera el final de un hijo porque ya no está consciente y es incurable”.

Por otra parte, Giuliano Ferrara, ex-comunista, agnóstico y liberal, director del diario italiano “Il Foglio”, también defendió a Benedicto XVI de las acusaciones. Después de alabar las medidas del Papa para combatir los abusos en la Iglesia, explica que ésta “nunca podrá renunciar a tratar el pecado como pecado, y al arrepentimiento como puerta abierta al perdón y a la expiación cristiana, para transformarse en máquinas de burocracia penal al servicio de los tribunales”.


Al final, la sotana del Santo Padre sí está salpicada, pero no del barro de los malos clérigos, sino de la sangre de tanto inocente al que el Papa ha intentando defender desde el seno materno, de las lágrimas de los ancianos y enfermos terminales, cuya dignidad el Pontífice se empeñado en proclamar. Por eso, tanto los fieles cristianos como los pensadores no creyentes apoyan a Benedicto XVI, que hoy por hoy es el ancla verdaderamente firme ante el maremoto moral de occidente.

Correo: lfvaldes@gmail.com

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