domingo, 26 de octubre de 2014

Ayotzinapa, alerta roja por corrupción

Año 10, número 494
Luis-Fernando Valdés


México y el mundo quedaron consternados por la desaparición forzosa de 43 estudiantes en Iguala. Con protestas en muchas ciudades, la sociedad pide al gobierno que traiga con vida a los normalistas, lo cual será casi imposible. ¿Por qué la violencia nos ha arrastrado tan lejos?

El pasado 26 de septiembre en Iguala (Guerrero), un grupo de policías municipales atacaron a estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, periodistas y civiles en cuatro episodios de violencia. El saldo fue de seis personas fallecidas, diecisiete heridos y la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas. [CNN, 27 septiembre 2014]

Las reacciones para condenar estos hechos fueron muy contundentes. Por ejemplo, la Comisión Nacional de Derechos Humanos afirmó que hubo graves violaciones a los derechos, y la Organización de Estados Americanos exigió esclarecer estas desapariciones. [Milenio, 5 octubre 2014 ; UNO TV, 7 octubre 2014]

Luego de la intervención del Gobierno federal, las investigaciones llevadas por la Procuraduría General de la República imputaron el crimen al presidente municipal de Iguala, a su esposa y al director de Seguridad Pública de ese municipio, quienes capturaron a los estudiantes y los entregaron al grupo criminal “Guerreros Unidos”, cuyos líder ordenó asesinarlos. [El Universal, 22 octubre 2014]

Es indignante que las autoridades civiles estén en contubernio con las bandas de criminales. Queda más que patente que una de las causas de este triste caso de la desaparición de los normalista es la corrupción, la cual es ya un mal generalizado no sólo en nuestro País, sino en una gran cantidad de naciones del mundo.

El caso Ayotzinapa nos hace ver que ya es tiempo de combatir con eficacia la corrupción; sin embargo, son pocas las voces que abiertamente la han condenado y que han advertido a los ciudadanos de que la corrupción no puede ser un modo de ganarse el sustento diario.

Recientemente, el Papa Francisco ha alzado su voz contra este mal social, en un discurso dirigido a juristas de varias partes del mundo. Con suma claridad, el Pontífice afirmó que “la corrupción es un mal más grande que el pecado. Más que perdonado, este mal debe ser curado”.

El Santo Padre dio como una radiografía de este mal: “La corrupción se volvió natural, al punto de llegar a constituir un estado personal y social ligado a la costumbre, una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras, en las licitaciones públicas, en toda negociación que involucre agentes del Estado. Es la victoria de las apariencias sobre la realidad, de la insolencia impúdica sobre la discreción honorable”.

El Romano Pontífice trazó un crudo retrato de la persona corrupta: “existen pocas cosas más difíciles que abrir una brecha en el corazón de un corrupto”, porque un “corrupto atraviesa la vida por los atajos del oportunismo, con el aire de quien dice: ‘Yo no fui’, llegando a interiorizar su máscara de hombre honesto”. [Vatican Insider, 24 octubre 2014]

Hacen falta acciones eficaces contra la corrupción. Como ésta tiene su origen en el interior de cada persona, nunca serán suficientes sólo medidas extrínsecas (secretarías, contralorías, inspecciones…). Es necesario cambiar las mentalidad y el corazón de las personas. Y así entramos en el terreno de la religión.

 Es un buen momento para que los ciudadanos pensemos si fomentar la sincera práctica religiosa puede ser el gran detonador para iniciar la tan ansiada limpieza moral de la nación. Y también para que reflexionemos cuánto contribuye el alejamiento de la fe a que una sociedad se corrompa.

sábado, 18 de octubre de 2014

Pablo VI: de la polémica a los altares


Año 10, número 493
Luis-Fernando Valdés

 Al terminar el Sínodo de la Familia, Francisco beatifica a Pablo VI, el polémico Papa de la “Humanae Vitae”. ¿Por qué fue santo? ¿Qué significado tiene su beatificación?
Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini (1897-1978), fue elegido Obispo de Roma el 21 de junio de 1963. Aunque su papel en la vida de la Iglesia ha sido verdaderamente histórico, su gran perfil humano, intelectual y espiritual quizá sea poco conocido.
La trayectoria del nuevo beato fue impresionante. Entre 1922 y 1954 trabajó en la secretaría de Estado de la Santa Sede. Al terminar su gestión como Nuncio en Polonia, fue uno de los más cercanos e influyentes colaboradores del papa Pío XII, quien en 1954 lo nombró arzobispo de Milán. San Juan XXIII lo nombró cardenal en 1958.
Fue elegido Romano Pontífice el 21 de junio de 1963, y retomó las tareas del Concilio Vaticano II, convocado e iniciado por Juan XXIII en 1962. Desde su elección, Pablo VI recortó el esplendor externo y el ceremonial palaciego del papado, y abolió dos de los tres cuerpos de guardias del Vaticano, dejando sólo a la Guardia Suiza.
La visión pastoral de Giovanni Battista Montini fue profética y la llevó a toda la Iglesia mediante el Concilio Vaticano II. Su conocimiento y sensibilidad hacia el mundo contemporáneo lo convirtió en un auténtico reformador; sin embargo, algunos por no conocerlo bien lo tildan hoy de conservador.
Pablo VI fue revolucionario en la referente al ecumenismo, consiguiendo acuerdos históricos con las iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes. Además, llevó a término la reforma litúrgica que había nacido a principios del s. XX, aprobando un nuevo misal, más sencillo que el de Trento, enriquecido con lecturas bíblicas y con posibilidad de ser usado en lenguas vernáculas.
Este gran Pontífice fue el primer Papa viajero, haciendo honor a su nombre: así como San Pablo recorrió todo el mundo conocido de su época, el Papa Montini fue el primer Romano Pontífice que visitó los cinco continentes.
¿Por qué un Papa con esta amplia y moderna visión es considerado como polémico? Porque Pablo VI supo ser fiel a la Doctrina de siempre, y desde ella iluminó las nuevas situaciones del hombre de hoy; pero algunos deseaban que fuera la Doctrina la que se adaptara al mundo laico moderno se enfrentaron con la firmeza del Papa Montini.
En dos casos Pablo VI mostró esta firmeza, que le costó ser etiquetado como “conservador” y ser minusvalorado. Primero, cuando la “revolución sexual” llevó a no pocos a pedir la abolición del celibato sacerdotal, este Papa reafirmó su validez para la Iglesia latina, porque éste simboliza la realidad del Reino de Dios en la sociedad contemporánea (Enc. “Sacerdotalis celibatus”, 24.VI.1967).
Y el segundo fue cuando apareció la píldora anticonceptiva, que planteaba un gran problema moral. Después de escuchar a dos comisiones sobre el tema, y a varios colaboradores que le sugerían cambiar la doctrina tradicional, Pablo VI publicó la encíclica “Humanae Vitae” (25.VII.1968) en la que reiteró la ilicitud de cualquier medio físico o químico que impida la concepción.
Al ser beatificado Pablo VI, esta combinación de diálogo con el mundo contemporáneo y firmeza en la “Depósito de la Fe” se convierte en un gran signo. Seguramente, este signo es el mensaje que el Papa Francisco quiere enviar a todo el mundo, al concluir el Sínodo sobre la familia: la doctrina sobre el matrimonio y la misericordia hacia los que se encuentran en situaciones matrimoniales difíciles no son antagónicas.

Recomendamos el buen artículo sobre Pablo VI en Wikipedia.

domingo, 12 de octubre de 2014

¿Cisma a la vista?


Año 10, número 492
Luis-Fernando Valdés

El Papa camino al Aula sinodal (Foto: News.va)
Durante la semana, mientras en el aula del Sínodo se debatía sobre el matrimonio y la familia, los medios nos presentaron a dos facciones de cardenales enfrentados por el tema del divorcio a un paso de dividir a la Iglesia. ¿Está a punto de ocurrir un cisma?
El Sínodo extraordinario sobre la familia ha trascurrido según lo previsto, con la participación no sólo de cardenales y obispos, sino también de hombres y mujeres casados. Mientras tanto, en la opinión pública se está gestando otro “sínodo”: el “sínodo de los medios”, pues en los medios aparecen noticias contradictorias que quizá no reflejan del todo la realidad del aula sinodal.
La situación se ha puesto tan candente, que no han faltado quienes sostienen que estas diferencias entre los dos bandos darán lugar un cisma en la Iglesia. Recordemos que un cisma significa “el rechazo de la sujeción al Romano Pontífice o de la comunión de los miembros de la Iglesia a él sometidos” (Código Derecho Canónico, 751).
Sin embargo, si estudiamos con serenidad los hechos vemos que no hay por ahora señales de una ruptura de esa magnitud. Analicemos los hechos.
Los medios han presentado a la Iglesia dividida en dos grupos antagónicos. Uno, al que han llamado la “revolución de la misericordia”, que estaría supuestamente compuesto por el Card. Kasper y el Papa Francisco; y otro, al que se le tilda de “conservador”, cuyo objetivo sería “frenar el sínodo”. [Ver aquí y aquí]
En este caso, el diferencia entre la fantasía y la realidad es muy sutil. Sí hay dos posturas ante el tema de aceptar que los divorciados vueltos a casar pueden recibir la Comunión sacramental. Pero eso no significa que haya un grupo que acepta el divorcio.
En la indisolubilidad del matrimonio todos están de acuerdo. El propio Card. Walter Kasper, que aboga para que sólo en ciertos casos se pueda dar la Comunión a divorciados que contraen nuevas nupcias, recuerda que “el matrimonio sacramental ante la Iglesia es indisoluble, pues así lo declaro Jesús”. [Ver aquí]
Todos los padres sinodales están firmes en la indisolubilidad del matrimonio. De hecho, ese tema no está a discusión en el aula. El relator general del Sínodo, Mons. Peter Ërdo, dejó bien claro que “aunque el amor haya desaparecido, el vínculo matrimonial es indisoluble mientras vive uno de los esposos”.
Respondiendo a algunas posturas alarmistas, el cardenal Erdö reafirmó “la sacramentalidad del matrimonio y su indisolubilidad. No está en cuestión la doctrina de la indisolubilidad, reconocida incluso por quienes han tenido un matrimonio fracasado y buscan un nuevo inicio.”
De igual manera, todos los participantes en el sínodo saben que tienen que responder a un problema real, que es la atención pastoral de los fieles divorciados casados civilmente, pues “pertenecen a la Iglesia y tienen el derecho a ser acompañados por sus pastores”. [Ver aquí]
Los puntos en común son estos: “divorcio no, divorciados sí”. En cambio, al intentar discernir cómo debe ser  participación de estos fieles en las comunidades y en la Eucaristía es donde empiezan las diferencias que se están discutiendo apasionadamente en el Sínodo. Unos afirman que deben abstenerse de comulgar sacramentalmente y otros insisten en que reciban la Comunión.
Al repasar estos hechos, nos damos cuenta que no es lo mismo disentir en una posible solución para los divorciados, que en poner en duda toda la doctrina sobre la indisolubilidad matrimonial. Por eso, hablar de un cisma no es lo más adecuado… aunque sea lo que consiga más lectores.

domingo, 5 de octubre de 2014

Teólogos vs periodistas


Año 10, número 491
Luis-Fernando Valdés

Una vieja "guerra" iniciada durante el Concilio Vaticano II (1962-1965) parece resurgir con motivo del ya próximo Sínodo sobre la familia. Peritos religiosos y reporteros parecen competir para captar la opinión pública a la que llenan de mensajes contradictorios. ¿Cuál es el fondo de esta disputa?
Durante el Concilio ocurrió un fenómeno que afectó negativamente a la Iglesia. Fue la filtración de temas disputados y aún no resueltos en las aulas conciliares, que aparecieron en los medios como noticias que anunciaban cambios en la doctrina oficial del Magisterio eclesiástico. Los fieles vivieron cuatro años de desconcierto sobre cuál era la verdadera postura de la Iglesia.
Con motivo del próximo Sínodo sobre la familia, se repite ese fenómeno. Los medios presentan esta reunión de obispos sólo como una situación de crisis, en la que la Iglesia deberá cambiar su noción de matrimonio y de familia para sobrevivir.
El portal aleteia.org realizó una investigación, que tomó en cuenta 38,333 menciones, noticias y conversaciones en la red, en inglés, entre el 1 de septiembre de 2013 y el 1 de septiembre de 2014.
El resultado fue que los medios reducen todo el Sínodo a los siguientes temas: comunión a los divorciados vueltos a casar por lo civil, control de los nacimientos, aborto, matrimonio, convivencia prematrimonial, y pedofilia.
En bastantes casos, se intenta mostrar al Papa Francisco como lo que no es. Se presenta al Pontífice como un hombre que quiere reformar la doctrina, pero en realidad lo que pide el Santo Padre es que -sin cambiar la doctrina- la Iglesia sea valiente para atender a los que están en situaciones complejas.
Otro efecto de esta "batalla mediática" es que algunos medios presentan una división entre los obispos, como si hubiera dos bandos defendiendo dos modelos distintos de familia cristiana. Además, emplean categorías sociológicas o políticas para presentarlos: conservadores vs liberales, etc.
Por eso, recientemente el Prefecto para los Obispos, Mons. Marc Ouellet, aclaró a los medios que no es correcto presentar a los obispos como si fueran miembros del partidos políticos opuestos, buscando hacer prevalecer cada uno su propio punto de vista.
El tema de la familia es capital para que la sociedad occidental salga de la actual crisis cultural y de valores. Por eso, el Papa ha convocado a este Sínodo. Pero ha puesto como punto central hablar de la familia tradicional (padre, madre, hijos). Y, aunque ha pedido que se consideren los casos complejos, estos no son el centro del temario aprobado.
No soy partidario de atribuir estos fenómenos de opinión pública a las llamadas "teorías conspiración". Me parece que se debe más a la búsqueda de 'rating' por parte de algunos medios, y al afán de figurar de algunos obispos y de algunos teólogos. Pero la última palabra la tenemos los receptores: seamos más críticos y exigentes para conocer la verdad, más allá de los titulares sensacionalistas.