viernes, 25 de enero de 2019

Las lecciones sociales de la JMJ de Panamá

Año 15, número 714
Luis-Fernando Valdés

El Papa Francisco reunió a los jóvenes de los cinco continentes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en la Ciudad de Panamá. Rezó con ellos y también dio unas excelentes lecciones sobre la dimensión social del cristianismo. Veamos.

El Papa Francisco habló del papel social
de la fe, durante la JMJ de Panamá. (Foto)
1. Sociedad y religión. Todas las religiones tienen una dimensión social, porque sus fieles son las mismas personas que componen las familias, los barrios, las escuelas, las fábricas y los gobiernos.
Por eso, las religiones –y en este caso el cristianismo– tienen mucho que aportar a sus fieles para que aprendan a compartir su vida y sus talentos con el resto de los ciudadanos, que son sus iguales. 
Y así, hombro con hombro, los creyentes participan de las mismas inquietudes y problemas de su país y, con las luces que el cristianismo les aporta, pueden contribuir con soluciones a los conflictos sociales, laborales, etc., poniendo siempre por delante el respeto a la dignidad humana. 

2. La preocupación social y la política. En las sociedades modernas, la laicidad del Estado es importante para garantizar que cualquier ciudadano pueda confesar la fe religiosa que desee, sin ser coaccionado ni reprimido.
Pero la historia de América Latina ha tenido episodios complicados, en los que esa laicidad estatal se confundió con un prohibir las manifestaciones sociales de las religiones, y más en concreto del Catolicismo.
Todo eso ha producido un prejuicio, el de confundir las cuestiones sociales con la política. No pocas personas consideran una intromisión en política, cuando la Iglesia católica habla de temas de migración, justicia, etc. Pero no es así, porque las cuestiones sociales no se resuelven únicamente desde la política.

3. San Óscar Romero y las cuestiones sociales. También durante la JMJ, el Papa Francisco se reunió con los obispos de Centro América y les habló de la Iglesia como Pueblo de Dios, basando su discurso en la figura del obispo mártir salvadoreño.
La primera lección del Papa fue que las preocupaciones sociales de Mons. Romero no fueron fruto de una mentalidad política, sino brotaron de su amor a la Iglesia y del estudio del Magisterio del Concilio Vaticano II.
Francisco explicó que San Óscar “no fue ideólogo ni ideológico; su actuar nació de una compenetración con los documentos conciliares”, que le ayudaron a contemplar la Iglesia como Pueblo de Dios, y por eso supo “escuchar los latidos de su pueblo, percibir ‘el olor’ de los hombres y mujeres de hoy hasta quedar impregnado de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias”. (Discurso, 24 ene 2019)

4. La cultura del encuentro. En su primer reunión con los jóvenes, Francisco les explicó que las diferencias culturales, de lenguas y de vestimenta no impidieron que se pudieran encontrar y confesar juntos a Jesucristo, y que por eso se convirtieron en “maestros y artesanos de la cultura del encuentro”. 
Y explicó el Papa que la “cultura del encuentro” es la que nos hace “caminar juntos desde nuestras diferencias” pero con un amor. Esta cultura se opone a todos los que se empeñan en excluir o expulsar a los que “no son como nosotros”. 
El encuentro se funda en que “el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior” (Benedicto XVI, Homilía, 25 enero 2006). Por eso, Francisco invitó a los jóvenes a ser “constructores de puentes” y no ser “constructores de muros”. (Discurso, 24 ene 2019)

Epílogo. A pesar de la crisis producida por los escándalos de pedofilia en la Iglesia, la doctrina social católica tiene mucho que aportar a las naciones, porque la semilla del Evangelio contiene tanto un poderoso mensaje de unidad entre los pueblos, como el principio unificador de todas las diferencias sociales e históricas: Jesucristo.

sábado, 19 de enero de 2019

Unidad entre Iglesias cristianas, ¿utopía?

Año 15, número 713
Luis-Fernando Valdés

La historia pesa sobre las Iglesias cristianas, divididas por cismas desde hace muchos siglos. Aunque perduran algunas diferencias doctrinales y organizativas, desde hace varias décadas las diversas confesiones se reúnen, cada mes de enero, para buscar la unión. ¿Qué se puede hacer hoy para que las Iglesias recuperen la unidad perdida?

El Papa Francisco y representantes de las
Iglesias ortodoxas y de la Comunión anglicana
rezaron juntos ante la tumba de San Pablo,
en Roma. (Foto: vaticannews.va)
1. Un poco de historia. En 1908, el Padre Paul Wattson, ministro episcopaliano y cofundador de la Society of Atonement (Sociedad de la Expiación), instituyó un octavario de oración por la unidad de los cristianos, que se celebró por primera vez del 18 al 25 de enero de 1908, en el que participaron más de dos mil personas, católicos y episcopalianos.
En la década de 1930, el octavario de oración experimentó importantes adaptaciones sobre todo por parte del abad Paul Couturier (1881–1953) de Lyon, quien para darle un nuevo impulso al ecumenismo, denominó a este octavario como “Semana de oración por la unidad de los cristianos”.
En 1968, la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Secretariado para la Promoción de la unidad de los cristianos de la Iglesia católica elaboraron unos textos de oración común que se distribuyeron en todo el mundo en las Iglesias y las parroquias de las diversas confesiones. (Orígenes cristianos.es)

2. El problema de la división. El Evangelio de San Juan recoge el momento en que Jesucristo piden al Padre celestial, que todos los que creen en Él “sean uno”, y mediante esta unidad las demás personas “pueden creer” también en Él (cfr. Juan 17,21).
Estas palabras se ha verificado también a la inversa: la división entre los cristianos de diversas confesiones, que en siglos pasados dio pie a guerras de religión en Europa, ha sido un factor para que muchas personas se alejen de la fe o no se acerquen a las Iglesias.
El camino para que la luz del mensaje de Jesús pueda ser aceptado por más personas es la unidad. Las palabras de paz y de unidad de Jesús sólo serán creíbles, si los creyentes en Él somos capaces de superar las diferencias.

3. Cristo y la unidad. En una audiencia general de enero de 2014, el Papa Francisco explicó que el nombre de Cristo crea comunión y unidad, no división. El Pontífice retomó la pregunta que San Pablo dirigía a los cristianos de Corinto: “¿Acaso está dividido Cristo?”
Luego el Papa comentó: “Ciertamente Cristo no ha sido dividido. Pero debemos reconocer sinceramente, con dolor, que nuestras comunidades siguen viviendo divisiones que son de escándalo”. 
Y añadió: “¡La división entre nosotros los cristianos es un escándalo! No hay otra palabra: ¡un escándalo! Cada uno de ustedes – escribía el Apóstol – dice: ‘Yo soy de Pablo’, ‘yo en cambio soy de Apolo’, ‘yo de Cefas’, y ‘yo de Cristo’.” (News.va, 17 ene. 2019)

4. Una meta: reconocer los dones del otro. En la homilíadel inicio de la Semana de oración por la Unidad de los Cristianos de este año 2019, Francisco propuso ante los líderes de las diversas confesiones un consejo muy práctico: reconocer los dones que Dios ha dado a las diversas Iglesias.
Es una invitación muy profunda, pues implica reconocer que Dios actúa en las diversas confesiones, mientras que muchas veces los fieles de cada Iglesia afirman que los miembros de las otras no son bendecidos por Dios.
Por eso, explicó el Papa que “es posible que los dones recibidos de Dios nos vuelvan ciegos para ver los dones dados a otros cristianos”. Y añadió que es “un grave pecado empequeñecer o despreciar los dones que el Señor ha dado a otros hermanos, creyendo que no son de alguna manera privilegiados de Dios”. 
Y el Pontífice invitó a “reconocer el valor de la gracia concedida a otras comunidades cristianas”, ya que esto  nos llevará a desear “participar en los dones de los demás”, e implicará que el  pueblo cristiano “renovado y enriquecido por este intercambio de dones” sea un pueblo capaz de “caminar con paso firme y confiado por el camino que conduce a la unidad”.

Epílogo. La unidad entre las Iglesias cristianas beneficiará a toda la sociedad, porque establecerá un gran vínculo de fraternidad y no de división entre los ciudadanos de un mismo país que afirman creer en Jesucristo. 
Y esta unidad –que ya desde ahora se puede notar, si los fieles de cada confesión reconocen los dones de los otros–, animará a que más personas adopten los valores cristianos, que son un recurso moral para vivir con ética y solidaridad, valores que hoy necesita la sociedad.

sábado, 12 de enero de 2019

¿Por qué la Iglesia opina en temas sociales?

Año 15, número 712
Luis-Fernando Valdés

El cristianismo es algo más que meras devociones; es también un modo global de ver la vida y la sociedad. Por eso, la opinión del Papa sobre la situación actual del mundo tiene mucha importancia para analizar las crisis globales y buscar una respuesta válida.

El Papa Francisco explicó al Cuerpo diplomático
acreditado ante la Santa Sede, las razones por
las cuales la Iglesia puede expresar su visión
ante los problema sociales. (Foto)
1. La misión social de la Iglesia. Cada inicio de año, los Pontífices dan un esperado mensaje al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. En el discursodel 7 de enero de este año, Francisco explicó la razón por la cual Iglesia expresa su parecer en los asuntos que afectan a la comunidad mundial.
El Papa explicó que la misión espiritual que Jesucristo dirigió a San Pedro y sus sucesores el que impulsa al Pontífice y a la Santa Sede “a preocuparse por toda la familia humana y sus necesidades, incluso en el ámbito material y social”.
Aclaró que “la Santa Sede no busca interferir en la vida de los estados”, sino que observa “las problemáticas que afectan a la humanidad”, para “ponerse al servicio del bien de todo ser humano” y “trabajar por favorecer la edificación de sociedades pacíficas y reconciliadas”.

2. La diplomacia en la misión del Papa. Francisco también explicó que hay puntos de contacto entre los objetivos de las relaciones diplomáticas de las naciones y de organismos como la ONU y la misión espiritual del Pontífice y la Santa Sede.
Fue el Pablo VI quien esbozó estos puntos de contacto, durante su memorable discurso a la Asamblea de las Naciones Unidas, y son los siguientes: el primado de la justicia y el derecho, la defensa de los más débiles, establecer puentes entre los pueblos y construir la paz, junto con repensar nuestro destino común.
Ante esta propuesta, el Embajador chileno ante la Santa Sede, Octavio Errázuriz, comentó que en mensaje Francisco “ha tocado los puntos más importantes de lo que es el ideario de una política internacional”. (Vatican News, 10 ene. 2019)

3. La defensa de los migrantes. En aquel célebre discurso, el Pablo VI, afirmó que, como Pontífice, hacía suya “la voz de los pobres, de los desheredados, de los desventurados, de quienes aspiran a la justicia, a la dignidad de vivir, a la libertad, al bienestar y al progreso”.
Y en esta reciente reunión con el cuerpo diplomático, el Papa Francisco encausó la defensa de los débiles hacia el cuidado de los migrantes. Explicó que la Santa Sede participó activamente en la elaboración de dos pactos mundiales sobre la migración, que serán “serán importantes puntos de referencia para el compromiso político”.
Pero el Pontífice denunció también que algunos documentos mencionados en uno de esos Pactos, el relativo a la migración, “contienen terminologías y directrices que no corresponden a sus principios sobre la vida y los derechos de las personas”.
Sobre este tema, el observador permanente del Vaticano ante la ONU, Mons. Bernardito Auza, comentó que “la Santa Sede ha contribuido sustancialmente al pacto mundial sobre migración”.
Y añadió que “la ONU cuenta en gran medida con la voz del Papa en defensa de los refugiados” porque Francisco puede “influenciar a países que tienen una actitud dura hacia aquellos que deben ser ayudados y no rechazados”. (Vatican News, 10 ene. 2019)

Epílogo. La sociedades y los gobiernos necesitan la ayuda de la reflexión –y a veces de la denuncia– de organizaciones independientes. Por eso, la Iglesia desde su experiencia por el contacto con la gente y los pueblos, y desde su doctrina de fe apoyada en una profunda reflexión, es un gran interlocutor, para defender y dar voz a los más débiles, a las naciones pobres y al planeta amenazado por la crisis ecológica.

sábado, 5 de enero de 2019

El viaje que marcó el futuro de la Iglesia

Iniciamos el año 15. Número 711
Luis-Fernando Valdés

Hace 55 años, el Papa Pablo VI realizó un viaje a Tierra Santa, que cambió el paradigma del Pontificado romano. Aunque han pasado los años, ¿por qué sigue presente este gesto que marcó el rumbo de la Iglesia contemporánea? 

Durante el primer viaje de un Papa a Tierra
Santa, se llevó a cabo el primer encuentro ecuménico
entre un Obispo de Roma y un Patriarca de Constantinopla. 
1. El contexto. Estaba muy reciente el Concilio Vaticano II, que tuvo la misión de establecer las pautas de la nueva relación de la Iglesia Católica con el mundo contemporáneo. Quedaba entonces la enorme tarea de llevar a la práctica esos principios, y no había antecedentes de cómo hacerlo.
El Pontífice de ese momento era Pablo VI quien tuvo la intuición de que con un viaje a Tierra Santa podía dar varios mensajes fundamentales sobre la paz, el ecumenismo y la relación de la Iglesia con los judíos, en un contexto que por sí mismo fuera un gran signo para reforzar sus discursos.

2. El primer viaje apostólico. El Papa anunció con un mes de anticipación que visitaría la tierra de Jesús del 4 al 6 de enero de 1965. Hasta ese momento, los Pontífices no solían viajar y por eso resultó novedosa y revolucionaria esta iniciativa de Pablo VI. 
Sería Juan Pablo II quien nos acostumbraría a que viajar por todo el mundo es lo “normal” para un Papa. Por eso, podemos decir que este viaje de Pablo VI fue decisivo para la Iglesia, porque estableció un nuevo modo de cercanía entre un Pontífice y los fieles católicos del mundo entero.

3. Un gran encuentro ecuménico. El diálogo y la reconciliación entre las diversas confesiones que creen en Jesucristo, como Dios y Señor, es lo que se llama “ecumenismo”. Tras casi un milenio de desencuentros entre católicos y ortodoxos, el Concilio Vaticano II impulsó el desarrollo del diálogo ecuménico entre ambas confesiones.
Fue el 5 de enero cuando, en el Monte de los Olivos, Pablo VI se reunió con Atenágoras, el Patriarca de Constantinopla, líder de las Iglesias ortodoxas, proveniente de Grecia. Un gran abrazo y la oración del Padrenuestro en la lengua oficial de cada Iglesia, latín y griego, fueron el inicio de muchos encuentros futuros.
Juan Pablo II se reuniría después con casi todos los Patriarcas de las Iglesias ortodoxas, y 51 años más adelante, en febrero de 2016, el Papa Francisco tendría un histórico encuentro con un Patriarca ruso, Cirilo, en Cuba, pues era la primera vez que se encontraban un Obispo de Roma y un Patriarca de Moscú.

4. Un Papa con sentido del futuro. Pablo VI, canonizado en 2018 por Francisco, fue un hombre con grandes cualidades humanas y espirituales. Tuvo la poco común cualidad de saber visualizar los problemas que sobrevendrían al mundo y, por eso, supo proponer respuestas “proféticas”, es decir, que se adelantaban a su propia época.
Él mismo comprendió que este viaje a Tierra Santa marcaba una nueva época y así lo manifestó a su regreso a Roma, aquel 6 de enero. En su mensaje afirmó que esa visita apostólica no fue “solamente un hecho singular y espiritual”, sino que “se ha transformado en un acontecimiento que puede tener gran importancia histórica”.
Y luego explicó cuál era esa importancia histórica. Se trataba quizá de “un comienzo de nuevos eventos que pueden ser grandes y benéficos para la Iglesia y para la humanidad”. Y así fue. Primero Juan Pablo II, luego Benedicto XVI y ahora Francisco han sido protagonistas de la paz, del ecumenismo y de la justicia social, precisamente a través de sus viajes apostólicos.

Epílogo. San Pablo VI es un personaje que las nuevas generaciones debemos redescubrir. Su profunda visión del mundo desde la fe hizo posible el gran diálogo actual entre la Iglesia y la sociedad contemporánea. 
Sus viajes y sus escritos fueron una gran base para la evangelización, el ecumenismo, la paz y la justicia de las que han seguido predicando sus sucesores. Y todo esto se puso en marcha hace 55 años, en aquel viaje del Papa Pablo a Jerusalén.