sábado, 30 de diciembre de 2017

La otra historia detrás de las guerras

Año 13, número 660
Luis-Fernando Valdés

Termina un año, que ha resultado más violento que los últimos anteriores. El gran reto es descubrir la “otra historia” que ha acontecido simultáneamente, y que puede ser la fuente para que nuestras esperanzas de paz no sean expectativas vanas.

El Papa Francisco invitó a ver el rostro de Cristo
en el sufrimiento de los niños que viven en
países en conflictos bélicos. (Foto: eldinamo.cl )
1. Un especial recuento del año. Como es tradicional, en la reciente Navidad, el Papa Francisco impartió la bendición “urbi et orbi” (‘a la ciudad y al mundo’). En su discurso, el Pontífice dio a entender que acontecen al mismo tiempo tanto guerras y problemas económicos que producen una “degradación humana, social y ambiental”, como la otra historia, la del encuentro de Dios con los seres humanos a través del rostro de Cristo, Dios hecho hombre.
El Papa hizo un especial repaso de los sucesos difíciles del año que termina. Fue un recuento singular porque el Pontífice mencionó que el rostro de Dios se puede contemplar en los niños que sufren en los países en guerra, como ocurrió hace dos mil años cuando se pudo apreciar la cercanía Dios a través de los padecimientos del Niño Jesús, para el que “no hubo lugar en la posada” (Lucas 2,7).

2. Descubrir la historia sobrenatural. En su mensaje, Francisco hizo una especial invitación para descubrir la intervención divina en los acontecimientos del año, como el conflicto de Tierra Santa, las guerras perdidas de África y la situación de Venezuela.
El Papa invitó a ver a Jesús “en los niños de Oriente Medio”, que están “sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos”. Ante esa historia de dolor, el Pontífice pidió buscar la “otra historia”, en la que Dios participa, para que venga la paz en Jerusalén, haya voluntad de dialogar y se llegue a una “coexistencia pacífica de dos Estados”: Israel y Palestina.

Epílogo. La historia de los hombres, que se disputan las fronteras y las riquezas de las naciones, camina junto a la historia sobrenatural, que consiste en las intervenciones de Dios a favor de los humanos.
Los creyentes y las personas de buena voluntad siempre se han esforzado para descubrir ese otro designio divino, que siempre termina por imponerse a la mala voluntad de los tiranos. Reconocer esa “otra historia” es quizá la manera más realista de conservar la esperanza de paz en un mundo “azotado por la guerra”.



sábado, 23 de diciembre de 2017

Navidad, ¿una fiesta pagana del Sol?

Año 13, número 659
Luis-Fernando Valdés

¿Por qué celebramos la Navidad el 25 de diciembre? –La Navidad es la adaptación de una festividad romana del Sol a una celebración cristiana, que pone a Jesús como Sol que ilumina la existencia humana. 

La Navidad celebra a Jesús como sol que
ilumina la existencia de los hombres.
1. ¿Cuándo exactamente nació Jesús? La Navidad cristiana recuerda el nacimiento de Jesús en Belén. A diferencia de nuestra cultura, en la que festejamos el día exacto del alumbramiento de una persona, los primeros cristianos celebraban un evento: el que Dios se hubiera hecho un ser humano. Por eso, no importa realmente saber o no el día exacto en el que Jesús vino a este mundo.
En cambio, lo que sí sabemos es que cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio romano en el año 313 con el Edicto de Milán, el emperador Constantino sustituyó las celebraciones romanas por fiestas cristianas.

2. De la fiesta romana del “Sol invicto” a la Navidad. Los romanos tenían, desde el 22 al 25 de diciembre, el Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (en latín: Dies Natalis Solis Invicti), que se celebraba cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de invierno, en alusión al “renacimiento” del sol. (Wikipedia)
El cristianismo adaptó con mucha facilidad la fiesta del Sol, porque en la Biblia Jesús es comparado con ese astro. Pero no se trataba de introducir una celebración pagana en el cristianismo, sino lo contrario: mostrar que en realidad Jesús es la verdadera luz que ilumina a los hombres.
Jesús se denominó a sí mismo como la “luz del mundo” (Juan 8,12). Ya antes, Zacarías, el padre de Juan el Bautista, se había referido al nacimiento de Jesús comparándolo con el sol, mediante un himno: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lucas 1, 77b-79).

3. Luz para nuestros días. Las celebraciones navideñas llenan de luces las calles de nuestras ciudades y las salas de nuestras casas. Es tradicional decorar con focos de colores los árboles de Navidad.
Esa iluminación representa la intuición de que también nosotros necesitamos una luz que alumbre el camino de nuestra existencia, “especialmente en esta época en que sentimos tanto el peso de las dificultades, de los problemas, de los sufrimientos, y parece que nos envuelve un velo de tinieblas” (Benedicto XVI, Discurso, 7 dic. 2011).
Y ese es precisamente el sentido de la Navidad: que Jesucristo, Dios hecho hombre, al nacer en un pobre y humilde pesebre, vino a compartir nuestras alegrías y nuestros dolores, de manera que encontremos el significado de nuestra vida fijándonos en Él.
Pero no sólo eso, sino que Jesús, en cada Navidad, “se acerca a cada uno de nosotros y pide que lo acojamos nuevamente en nuestra vida, nos pide que lo queramos, que tengamos confianza en Él, que sintamos su presencia que nos acompaña, nos sostiene y nos ayuda” (Benedicto XVI, ibídem).

Epílogo. La celebración de la Navidad tiene muchas dimensiones y todas son muy entrañables, como los son la reunión familiar, la decoración de las casas y las ciudades, los intercambios de regalos y la riqueza gastronómica.
Pero esos aspectos cobran sentido pleno, cuando esta festividad nos lleva a buscar la verdadera orientación de nuestra vida y la descubrimos en Jesucristo, al que aceptamos como sol del que surge la luz que nos permite descubrir el “para qué” más profundo de nuestra existencia.



viernes, 15 de diciembre de 2017

Basta ya de fanatismo religioso

Año 13, número 658
Luis-Fernando Valdés

Una reflexión para el final del año. La violencia religiosa, que eclipsa la verdad y atropella al hombre, no forma parte de la auténtica religiosidad; pero, ¿qué se puede hacer para solucionar de raíz el problema del fanatismo religioso?

El llamado ejército del Estado Islámico es un caso actual
del uso de la religión para justificar la violencia. (Foto)
1. Las víctimas del fanatismo religioso. En los últimos años, por la eficacia a los medios de comunicación, hemos seguido de cerca el dolor que la violencia perpetrada a nombre de Dios ha infligido a personas inocentes de Afganistán, Bangladesh, Bélgica, Burkina Faso, Egipto, Francia, Alemania, Inglaterra, Jordania, Irak, Nigeria, Pakistán, Estados Unidos de América, Túnez y Turquía.
Como señaló en su momento el Papa Francisco, se trata de “gestos viles, que usan a los niños para asesinar, como en Nigeria; toman como objetivo a quien reza, como en la Catedral copta de El Cairo, a quien viaja o trabaja, como en Bruselas, a quien pasea por las calles de la ciudad, como en Niza o en Berlín, o sencillamente celebra la llegada del año nuevo, como en Estambul.” (Discurso, 9 enero 2017)

2. La raíz del fundamentalismo religioso. Aunque los terroristas utilizan como pretexto la defensa de la Ley de Dios, la realidad es que tratan de implantar una “voluntad de dominio y de poder”. Así lo explicó el Papa, y añadió que se trata de una “locura homicida que usa el nombre de Dios para sembrar muerte”. (Ibidem)
Para Francisco, la causa del terrorismo fundamentalista es una “grave miseria espiritual”, vinculada también a menudo a una considerable pobreza social. En efecto, nos damos cuenta que entre personas que carecen de toda oportunidad de desarrollo es fácil hacer una “leva” a nombre de la esperanza de un mundo mejor, que advendría cuando se acaben los “herejes”.

3. El papel de las autoridades religiosas. Para acabar con esa miseria espiritual que da pie al surgimiento de movimientos terroristas pseudo-religiosos, se requiere por una parte de mejorar las condiciones de vida (lo cual corresponde a las autoridades civiles), y por otra enseñar los verdaderos valores religiosos (lo cual es cometido de los líderes espirituales).
Una tarea que corresponde a los dirigentes de las religiones para evitar la violencia es transmitir aquellos valores religiosos que “no admiten una contraposición entre el temor de Dios y el amor por el prójimo” (ibídem).
Esto significa que nunca se puede atacar a los hombres bajo el pretexto de cumplir un mandato divino. Por eso, con mucha fuerza, en diversas ocasiones, el Papa Francisco ha hecho “un llamamiento a todas las autoridades religiosas para que unidos reafirmen con fuerza que nunca se puede matar en nombre de Dios”.

4. Educación cívica para evitar los fanatismos religiosos. También los poderes civiles tiene una tarea en este tema. En primer lugar, según explica el Pontífice, les corresponde garantizar en el espacio público el derecho a la libertad religiosa y, a la vez, fomentar que no se vean como contrarias la pertenencia social y la dimensión espiritual de sus ciudadanos.
A las autoridades civiles también les corresponde la responsabilidad de “evitar que se den las condiciones favorables para la propagación de los fundamentalismos” (ibídem). En concreto, deben establecer adecuadas políticas sociales que combatan las raíces del problema: la pobreza y la desintegración familiar.

Epílogo. Está por terminar el 2017, que nos deja por una parte una gran lección de diálogo ecuménico con motivo de los 500 años de la Reforma protestante; pero también en este año quedarán en el recuerdo las víctimas del fanatismo religioso. Aguardamos el nuevo año con la esperanza de que las religiones vuelvan a ser factor de paz y unidad, y de que jamás vuelvan a ser utilizadas  como pretexto para el odio.