domingo, 21 de julio de 2013

JMJ: los retos sociales de la devoción


"Fe y razón". Año 9, número 427.
Luis-Fernando Valdés

Brasil está en el candelero. La población carioca –que tomó las calles durante la Copa Confederaciones de fútbol, para protestar por la situación económica– recibirá al Papa para la JMJ. ¿Las ceremonias religiosas del Papa Francisco podrán inyectar esperanza a una sociedad y a una juventud cansadas de promesas?
El Cristo Corcovado, símbolo de Río de Janeiro,
ciudad sede de la JMJ de 2013.

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) inició con Juan Pablo II. Benedicto XVI les dio continuidad, y tuvo un gran éxito en Colonia, Sydney y Madrid. Ahora es el turno de Francisco, que se reunirá con un millón de jóvenes tanto de América Latina como del resto del mundo.

El Papa Francisco convivirá con los jóvenes principalmente en actos religiosos: una vigilia de oración, el rezo del Vía Crucis, una jornada de confesiones y, finalmente, la Santa Misa. Estos eventos contienen un mensaje implícito: mostrar si la fe y la religiosidad pueden o no dar una respuesta a la vida personal y a la situación social de todos estos jóvenes.

Y, precisamente, en esa relación entre la vida espiritual de los creyentes y la transformación social de su entorno se encierra el núcleo de los problemas de la Iglesia de hoy: ¿El Evangelio contiene luz y empuje para lograr un cambio en la complica situación de injusticia de las naciones?

Ese fue uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II, con su Constitución “Gaudium et spes”; y lo ha sido también para la llamada Teología de la Liberación; y más recientemente para la Conferencia Episcopal de Latino América (CELAM), como lo refleja el “Documento de Aparecida” de 2007.

El problema es muy complejo, porque se han polarizado los dos puntos que debía estar unidos: práctica religiosa y solidaridad social. Para unos creyentes, el cristianismo es mera cuestión de oraciones y ceremonias para llenar el corazón del individuo y nada más. Para otros, la atención de los enfermos, los pobres y los migrantes requiere más de acción que de vida espiritual.

Así queda esbozado el gran reto al que se enfrenta el Papa Francisco, en su viaje a Río de Janeiro, para celebrar la JMJ. Y en el programa del evento, rediseñado por el Santo Padre, se indica cómo será la respuesta del Pontífice a este desafío.

En concreto, junto a los actos devocionales que ya mencionamos arriba, Su Santidad quiso que se incluyeran visitas a un hospital, a una favela [barrio con situación social difícil] y a una cárcel. De manera que, “nutrido” con lo espiritual, el Papa pone ejemplo de atención a los problemas que aquejan a los ciudadanos.

Pero para transformar la sociedad no basta atender a los necesitados. Hacen falta también cambios estructurales, que están en manos de los gobernantes. Por eso, habrá que estar atentos tanto al discurso del Papa a la Presidenta de Brasil como el que mensaje que leerá durante la reunión con políticos, el viernes 26.

De igual manera, la Iglesia Católica en nuestro Continente, se enfrenta a grandes desafíos en los que el Evangelio debe mostrar su eficacia. Por eso muy esperada la reunión del Papa Francisco con el CELAM, en la que seguramente se hablará de la desigualdad económica, la migración, el narcotráfico, etc.

El Santo Padre no cambiará el mensaje y los gestos que mostró desde el inicio de su Pontificado, y que han llenado de esperanza a propios y extraños. Río de Janeiro se convertirá en una gran plataforma, desde la cual Francisco insistirá en el encuentro que cada fiel debe tener con Jesucristo; y pedirá que –como muestra de ese encuentro– cada cristiano ponga los medios para ocuparse personalmente con eficacia de los más necesitados.

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