Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI, a pesar de su frágil figura y su escasa salud, suele viajar al ojo del huracán. Ahora peregrinó a Chipre (4-6 junio), tierra de musulmanes y ortodoxos. En la víspera, el Presidente de la Conferencia Episcopal de Turquía fue asesinado por su chofer, que “tuvo una revelación divina” que le indicaba matarlo. Y a su llegada, un pancarta decía: “La Isla ortodoxa no le da la bienvenida al Papa”. ¿Qué busca el Santo Padre en un lugar minoritariamente cristiano?
Chipre es una isla de Mar Mediterráneo, cuyas dos terceras partes pertenecen a la República de Chipre, y el otro tercio fue ocupado por Turquía en 1974, dando lugar la República Turca del Norte de Chipre. La isla tiene una población de 1,103,790 habitantes, de los que a penas 25,000 son católicos (un 2.2 por ciento de la población).
El Papa Ratzinger busca siempre que sus viajes tengan un significado muy especial. En este contexto de minoría católica, el Santo Padre da una señal clara: el ecumenismo, y esta isla es el mejor icono de esta unidad entre cristianos. La Iglesia en Chipre, afirmó el Pontífice, se muestra “como un puente entre el Oriente y el Occidente”.
En una ceremonia ecuménica, nada más llegar a ese país, el Papa expreso su deseo de que “mediante un diálogo paciente y sincero”, se encuentre “la vía para volver a acercar (al Oriente y al Occidente), superando las controversias del pasado y mirando a un futuro mejor”.
En ese mensaje, dirigido tanto a católicos como a ortodoxos, luteranos, armenos y anglicanos, Benedicto XVI puso de manifiesto que sí es posible la unidad, porque ya hay una cierta comunión entre los cristianos de las diversas denominaciones. “Ésta es la comunión, real, aunque imperfecto, que ya ahora nos une, y que nos impulsa a superar nuestras divisiones y a luchar por restaurar aquella plena unión visible, que es querida por el Señor”.
Respecto a la convivencia entre las religiones, Benedicto XVI pronunció un discurso al Presidente de Chipre y al Cuerpo diplomático. Como este país es de cultura y lengua griega, el Papa se refirió ampliamente a los filósofos clásicos, que descubrieron que la felicidad consiste en actuar según la razón y en seguir todo lo que es verdadero, bueno y bello. Y desde ahí propuso una base humana que permita el respeto en las relaciones con los demás.
Luego salió al paso del prejuicio de que las religiones dividen a los hombres. Afirmó que “desde una perspectiva religiosa, somos miembros de una única familia humana creada por Dios, y estamos llamados a promover la unidad y a construir un mundo más justo y fraternos, fundado sobre valores durables”.
Chipre es un símbolo, porque es una encrucijada de cristianos de diversas confesiones y puente con los países de religión islámica. Es un “laboratorio” del diálogo ecuménico y de la convivencia interreligiosa. Es la oportunidad de oro para que la creencia y la adoración de un Ser supremo unan al mundo.
Necesitamos que México sea “otro Chipre”, porque nuestro País ya es ahora un nuevo puente entre culturas y religiones, pues ha quedado atrás la época de una única religión. El Bicentenario de la Independencia es la oportunidad soñada para que México sea un símbolo y un modelo de tolerancia y de diálogo entre las diversas confesiones. Las religiones –el hecho de admitir y adorar a un Ser divino–, es motivo grande para que los creyentes nos respetemos y nos sepamos y sintamos hermanos.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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