Conocí a un hombre extraordinario, que dejó una profunda huella en mi vida. Dios lo premió llamándolo a su presencia, el pasado 5 de mayo. Se trata del inolvidable Dr. Carlos Llano Cifuentes, fundador del IPADE y de la Universidad Panamericana. Filósofo y empresario, supo inspirar a miles de personas a buscar el sentido profundo –humano y espiritual– de la vida académica y de la actividad económica.
El Dr. Llano destacó por su enorme producción literaria (decenas de libros y artículos de filosofía y de empresa), por sus grandes dotes de oratoria, pero es recordado por todos los que le conocimos por su gran corazón. Siempre tuvo una palabra, un detalle, para cada uno de los que lo tratamos.
Esta gran capacidad de querer a todos era el fruto de su vida espiritual. Miembro del Opus Dei desde 1948, hizo vida el ideal de San Josemaría Escrivá: buscar a Dios en la vida ordinaria. Ese intenso amor a Dios le llevó continuamente a hacer felices a los demás.
Es imposible presentar una semblanza de tan gran personaje en tan breve espacio. Son muchos los que convivieron con él, y bastantes son los relatos que cada uno podría testimoniar. En estos días he escuchado con emoción muchos recuerdos de Carlos Llano, pero hay uno que me gustaría compartir con los lectores, pues explica la razón de la grandeza del añorado Profesor.
Se trata de un mensaje del Dr. José Manuel Núñez Pliego, Rector del Campus México de la Universidad Panamericana, quien fue un alumno muy destacado de Carlos Llano, y que trabajó a su lado durante años. Por eso, seguramente Núñez Pliego es una de las personas que mejor ha sabido entender la figura del Dr. Llano.
El Dr. Núñez explica condensadamente que “él era un hombre apasionado; un buscador de la verdad; una persona preocupada por formar a otros. Tuvo a lo largo de su vida, la capacidad de entusiasmar a muchos con aquello que él amaba: la verdad, las personas, el Opus Dei, Dios”.
Luego, el Rector Núñez explica el núcleo de la gran personalidad de Carlos Llano: “No quería ser el centro, no buscaba el aprecio de los demás, no pensaba en sí mismo; estaba enfocado hacia aquello que amaba e invitaba a compartir, para él, él mismo era poca cosa, más grande era lo que amaba”.
La figura del Dr. Llano será cada vez más grande, pues pronto se irán conociendo más y más detalles de una existencia centrada en Dios y en ayudar a los demás. Su vida, en términos muy actuales, fue una vida lograda, plena.
Pero, esta plenitud contrasta con el modelo de éxito que se nos presenta la cultura contemporánea. Hoy se considera exitoso sólo al que consigue altas metas económicas, o académicas, al que es conocido en la opinión pública. Tanta veces, el éxito y el egoísmo van de la mano. Todo lo contrario ha sido el caso de Carlos Llano: el secreto de su victoria fue servir a sus ideales.
En palabras de José Manuel Núñez, “su motor nunca fue su propio yo, siempre fue la capacidad de ponerse a sí mismo al servicio de sus amores: hacer el Opus Dei, extender el mensaje de San Josemaría; promover instituciones que siguieran, después de su partida, influyendo en la búsqueda de la verdad y la promoción del hombre. Fue un gran servidor de sus amores y, como se sentía poco para tan grandes pasiones, encendía en los demás esos amores”.
Descanse en paz Carlos Llano, “siervo bueno y fiel” (Mateo 25, 6), quien me ayudó a forjar mi mente y mi corazón en un deseo continuo de buscar la verdad, y de armonizar mi fe con la razón; quien me motivó con su ejemplo a ser un hombre con corazón.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Personas como el Doctor Llano nos inspiran y nos alientan.
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