domingo, 10 de febrero de 2013

17 siglos de tolerancia


Año 9, número 406
Luis-Fernando Valdés

En este mes de febrero se cumplen 1,700 años del llamado “Edicto de Milán” en el que aparece por vez primera la tolerancia religiosa. A pesar de su antigüedad, ¿habrá todavía alguna lección que aprender de ese decreto?

El emperador Constantino
(Museos capitolinos, Roma).
La figura clave de este aniversario es el emperador Constantino. Para entender su papel, hay que recordar que inicios del siglo IV, el emperador Diocleciano, junto con el tetrarca Galerio, desató en el año 303 la “gran persecución” a los cristianos, pues en su entender dividían al imperio. [Ver: ¿Qué fue el edicto de Milán? y Wikipedia]

Diocleciano ordenó demoler las iglesias, quemar Biblias, condenar a muerte a las autoridades eclesiásticas, privar a todos los cristianos de cargos públicos y derechos civiles, y hacer sacrificios a los dioses bajo pena de muerte. Después, Galerio, por mera oportunidad política, promulgó el 30 de abril del 311 el decreto de indulgencia, por el que cesaban estas persecuciones.

Mientras tanto, Constantino había sido elegido emperador en occidente y Licinio en oriente. Éste intentó unificar el Imperio romano bajo una sola autoridad, y se declaró la guerra a Constantino. Para ganarse la lealtad del ejército, Licinio eximió a los soldados y a los funcionarios públicos de la práctica de la política de tolerancia que imponía su edicto del año 311, lo que permitió continuar la persecución de cristianos.

En el mes de febrero del año 313, Constantino se reunió en Milán con Licinio. El resultado de este encuentro es lo que se conoce como “Edicto de Miln”, aunque probablemente este acuerdo no se plasmó en un documento. El texto nos ha llegado porque lo recogen Eusebio de Cesarea y Lactancio.

En la primera parte se establece el principio de libertad de religión para todos los ciudadanos y, como consecuencia, se reconoce explícitamente a los cristianos el derecho a gozar de esa libertad. El edicto permitía practicar la propia religión no sólo a los cristianos, sino a todos, cualquiera que fuera su culto.

En la segunda se decreta restituir a los cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscados por las autoridades romanas y vendidas a particulares en la pasada persecución. [Ver texto completo]
El edicto no hizo del cristianismo la religión del Imperio. Eso ocurriría hasta el año 380, cuando el emperador Teodosio decretó oficialmente el cristianismo como religión oficial. Sin embargo, este decreto imperial tuvo unas importantes consecuencias que hoy también son válidas:

1) La libertad de creencia. La historiadora francesa, Claire Sotinel, explica que durante los 68 años que transcurrieron entre el edicto de Constantino y el decreto de Teodosio, “todas las opciones eran posibles para descubrir el lugar de la religión en la sociedad y en el sistema político”.

Sotinel expone que Constantino estaba convencido de que el “Dios de los cristianos lo protegía y protegía a todo el Imperio”, pero “también pensaba que todo el mundo era libre de creer en lo que quisiera”.

2) La aparición de la cooperación entre Iglesia y Estado, y el surgimiento de la libertad de conciencia, culto y religión, que según el también francés Bernard Ardura, tuvieron lugar con la conversión de Constantino.

El tema de la tolerancia religiosa necesita ser repensado e integrado en la configuración de nuestro País. Hace falta superar el esquema de “no beligerancia” por un modelo de verdadera cooperación entre el Estado y las religiones, como en los temas de moralidad pública, solidaridad y educación, por una razón clara: la mayoría de los mexicanos son simultáneamente ciudadanos y creyentes.

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