Año 7, Número 303
Luis-Fernando Valdés
En una semana, la periodista Carmen Aristegui fue despedida y luego reintegrada a su noticiero en MVS radio. Esta noticia tuvo amplia difusión en los medios y las redes sociales. Junto con el tema de la libertad de expresión, este suceso vino a recordarnos nuevamente la necesidad de la ética en el periodismo.
Primero, veamos la crónica de este hecho. El viernes 4 de febrero, un grupo de diputados del PT, encabezados por Gerardo Fernández Noroña, exhibió una manta en la que acusaba de alcoholismo al presidente Felipe Calderón.
Ese mismo día, en su espacio radiofónico Aristegui cuestionó: “¿Tiene o no Felipe Calderón problemas de alcoholismo? Esto merece, insisto, una respuesta seria, formal y oficial de la propia Presidencia de la República”.
El lunes 7, MVS radio publicó un comunicado en el que dio a conocer que la empresa daba por terminada su relación con Aristegui. En su mensaje, esta empresa explicó: “En nuestro código de ética, nos comprometemos a rechazar la presentación y difusión de rumores como noticias. (…) El pasado viernes 4 de febrero, la periodista Carmen Aristegui dio por válida una presunción, transgrediendo nuestro código ético y al negarse a ofrecer, como lo solicitó la empresa, una disculpa pública, decidimos dar por terminada nuestra relación contractual”.
Anuncio en la página de MVS radio, sobre el retorno de la periodista. |
Una semana después, el lunes 15, el presidente de MVS, Alejandro Vargas Guajardo, dio a conocer el regreso de la locutora a su programa noticioso. Y es importante destacar que Vargas también anunció que MVS estableció que se designará un “Defensor del Radioescucha”, que tendrá a su cargo la evaluación regular de los contenidos con sustento en el Código de Ética.
Y el presidente de MVS añadió: “La figura del defensor de los públicos es fundamental, en el panorama internacional de los medios, para afianzar las relaciones entre periodistas, empresas informativas y sociedad”.
Entonces la noticia a destacar es doble: no sólo es la vuelta de Aristegui al aire, sino también la necesidad de clarificar los parámetros de la deontología periodística. Se trata de una situación que desde hace varios años se va tratando más y más en los libros sobre comunicación.
Así lo había afirmado ya en 2006, el entonces portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, al recibir un doctorado “honoris causa” en la Universidad de Nápoles. Destacó que son los comunicadores mismos los que ven que se abre “un gran espacio de riesgo ético en el campo del periodismo”.
Según Navarro Valls, la respuesta de muchos periodistas a este riesgo ético ha consistido en una “catalogación deontológica”, y explicó que “prácticamente todas las profesiones socialmente configuradas se dotan de códigos éticos”, con “proposiciones normativas que regulan la actividad del periodista tanto en la obtención de informaciones como en su elaboración, hasta el momento en que la noticia aparece” (impresa o al aire).
El caso Aristegui nos da mucho que pensar. Tutelar la libertad de expresión es un deber grave; pero con la misma fuerza se debe cuidar su recto ejercicio, porque siempre está presente el riesgo de atropellar la buena fama de un tercero.
Por eso, el reverso de la libertad de expresión hoy se nos manifiesta como la apremiante necesidad de que sea establecido –en cada medio informativo– un organismo que vigile la aplicación de los códigos de ética periodística, y así los individuos queden protegidos de posibles daños morales por parte de los medios.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com
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