domingo, 24 de octubre de 2010

Linchamientos: corrupción al descubierto

Luis-Fernando Valdés


En días recientes, dos intentos de linchamiento en los Estados de México y de Morelos mantuvieron atenta a la opinión pública del País. Faltan pocas semanas para celebrar el Centenario de la Revolución y suceden estos episodios que recuerdan al México descrito en los “Bandidos de Río Frío” (1891). ¿Por qué sucede esto en pleno siglo XXI?
En Tetela de Volcán, Morelos, cinco presuntos secuestradores fueron retenidos por pobladores de esta comunidad, quienes los desnudaron, golpearon, y amagaron con lincharlos, luego de obligarlos a declarar sus intenciones de secuestrar a un empresario de la comunidad, y de reconocer su participación en otros plagios (18. X. 2010).
En Tlalnepantla, Edo. Mex., agentes de la policía evitaron que un grupo de 150 vecinos lincharan a dos delincuentes, que supuestamente habían intentado asaltar y secuestrar a una maestra y su familia, dentro de la Unidad Habitacional “el Medio”(20.X.10).
Los linchamientos son acciones emprendidas por los habitantes de una comunidad en contra de criminales atrapados “in fraganti”. Los golpean o incluso los asesinan, porque saben que la autoridades los dejarán ir impunemente. Es una manera de evitar que esos delincuentes vuelvan a poner en peligro a sus familias y sus posesiones.
Este tipo de justicia por la propia mano conlleva más injusticias que las busca evitar. Por ejemplo, el delincuente no puede defenderse, y si se tratara un inocente (lo cual es fácil cuando la multitud se abalanza sobre un grupo de personas), éste será maltratado injustamente. Además, la desproporción entre el delito y el castigo suele ser lo habitual, como quitarle la vida al criminal.
Pero hay otra consecuencia más dañina. Cada linchamiento es una manifestación del fracaso del Estado de Derecho. En un país civilizado, la procuración de justicia está a cargo del Estado, que se guía por unas leyes elaboradas democráticamente, válidas para todos los ciudadanos. Pero cuando esta procuración no es eficaz, surgen esos métodos populares de “justicia”.
¿Por qué sucede esto? En un País con siglos de historia como el nuestro, la causa es conocida: la corrupción de los cuerpos policíacos y judiciales. Estos trágicos eventos ponen de manifiesto el descontento popular, provocado por la ineficacia de las acciones legales en contra de los maleantes.
Esta situación, análoga a la producida por los cárteles de la droga que compran a las autoridades (las “narco-nóminas”), necesita ser reflexionada por los ciudadanos de a pie, pues ellos son la base de la democracia. Entre los puntos de análisis están los siguientes:
a) La corrupción política es una de las más graves deformaciones del sistema democrático, porque traiciona tanto los principios de la ética como las normas de la justicia social; b) pone en riesgo el correcto funcionamiento del Estado, porque influye negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados; y c) introduce una creciente desconfianza hacia  las instituciones públicas, lo cual causa un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes.
Para combatir la corrupción, veneno de la sociedad democrática, se requiere que cada ciudadano se comprometa a volver a las verdaderas raíces, a los valores éticos y religiosos que son más fuertes que la tentación del dinero o los favores y que el miedo. Pero, ¿cuánto tiempo tendrá que pasar para que los ciudadanos que viven los valores asuman que son los verdaderos artífices de la democracia y del cambio social?

Correo: lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com

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