Luis-Fernando Valdés
A mitad de junio, los obispos austriacos acudieron en visita “ad limina” a Roma. Y resultó muy llamativo que el Cardenal Schöenborn, primado de Austria, presentara oficialmente a la Santa Sede una carta en la que se pide la supresión del celibato sacerdotal. ¿Es un signo de nuevos tiempos en la Iglesia?
Esa carta contenía una propuesta de un grupo de laicos, en la que se proponen una serie de reformas para remediar la escasez de clero cada vez más alarmante en Austria. El Arzobispo de Viena hizo de mensajero, “no compartiendo algunas de las conclusiones, como he dicho varias veces”, pues lo había prometido a los promotores.
El contenido de ese memorándum pide la abolición del celibato, la reincorporación al ministerio de los sacerdotes casados, la ordenación diaconal de mujeres y la sacerdotal de los llamados “viri probati”, es decir, de hombres casados de buena conducta cristina.
La cuestión es antigua. En Austria, al menos desde 1995, se repiten cíclicamente manifiestos populares de grupos que se han autoerigido en representantes de los laicos católicos, y cuyas peticiones se refieren siempre al celibato sacerdotal, la moral sexual y los divorciados vueltos a casar.
El Card. Schöenborn ha sido uno de los colaboradores más cercanos a Benedicto XVI, cuando éste era el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Fue el Secretario de la Comisión redactora del “Catecismo de la Iglesia Católica” (el Presidente era el Card. Ratizinger).
¿Acaso un Cardenal de probada fidelidad a la Doctrina ha cambiado de opinión? Como la situación de la Iglesia en Viena ha sido muy delicada, a veces al borde del rompimiento con Roma, Mons. Schöenborn consideró importante aceptar ser el portado de esa carta.
En una entrevista que concedió a la Radio Vaticana, el Prelado austriaco expresó que las razones de los firmantes eran la gran preocupación de 46 parroquias con muy escaso clero, y la poca atención sacerdotal a las familias. Y mencionó que había invitado a los promotores de la misiva a completar su iniciativa con una exhortación a los jóvenes para que escojan el sacerdocio tal como está establecido hoy.
El Cardenal de Viena también contó lo que el Papa les comentó a los obispos austriacos en una audiencia. “El Santo Padre ha dicho algo que nos ha llamado mucho la atención sobre la cuestión del celibato (…). Ha dicho que la cuestión, en el fondo, es si creemos que sea posible y que tenga sentido vivir una vida fundada sólo y exclusivamente sobre una cosa: Dios”.
Es una respuesta muy profunda. Benedicto XVI da a entender que el problema se está enfocando desde un paradigma en el que Dios no influye en la vida personal, como si Dios no diera su ayuda ante los retos que enfrenta una persona entregada a Él.
El celibato sacerdotal es un desafío, no tanto a la naturaleza sexuada del ser humano, sino ante todo a la fe en que existe una vida sobrenatural. Si es verdad que Jesús -que pidió ser seguido de cerca por algunos hombres, de modo que le entregaran su existencia entera, para ejercitar la función sacerdotal en la Iglesia-, si es verdad que Él es Dios, entonces tiene sentido el celibato.
Las vocaciones al sacerdocio católico aumentarán no cuando se les conceda la posibilidad de una vida matrimonial a los clérigos, sino cuando se les forme para tener una fe verdadera en que han sido llamados por Dios, para vivir una vida sobrenatural ya desde esta vida. Esos serán los verdaderos nuevos tiempos para la Iglesia.
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