Luis-Fernando Valdés
El pasado 7 de julio salió a la luz la tan anunciada “encíclica social” de Benedicto XVI, titulada “Cáritas in veritate” (La caridad en la verdad). Fechado el 29 de junio, este documento pontificio trata sobre temas de gran actualidad para la vida económica y social del mundo contemporáneo.
En esta tercera Encíclica de su pontificado, el Santo Padre pone de relieve que la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de la persona y de la humanidad. Sólo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible alcanzar objetivos de desarrollo dotados de valor humano.
La propuesta del Obispo de Roma consiste en un desarrollo integral, basado en la caridad y en la verdad. Si la caridad se desliga de la verdad sobre el hombre y la sociedad, no pasara de ser un buen sentimiento, pero quedará al margen de las soluciones que requiere el mundo actual.
El Santo Padre no desea ofrecer soluciones técnicas a los grandes problemas sociales del mundo actual, sino que su meta es exponer unos grandes principios, que son indispensables para construir el desarrollo humano en los próximos años.
El Papa propone –entre otros temas– un importante cambio de paradigma: pasar de la mentalidad de “progreso económico” al modelo de “desarrollo humano integral”. Y enumera algunas distorsiones del desarrollo, cuando no se toma en cuenta a la persona: una actividad financiera “en buena parte especulativa”, los flujos migratorios “frecuentemente provocados y después no gestionados adecuadamente” o la “explotación sin reglas” de los recursos de la tierra.
Benedicto XVI vuelve a recordar la necesidad de la ética para que pueda surgir un recto orden económico. Explica que “son necesarios hombres rectos tanto en la política como en la economía, que estén sinceramente atentos al bien común”. También señala que la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, pero “no de cualquier ética sino de una ética amiga de la persona”. Además, propone que en la economía de mercado se recupere la contribución importante del “principio de gratuidad”, para que el “provecho” individualista no sea la única regla.
Resulta muy novedoso que una Encíclica aborde de modo sistemático la cuestión ecológica. El Papa sostiene que “es necesario un estilo de vida distinto por parte de toda la humanidad, en el que los deberes de cada uno con respecto al ambiente se entrelacen con los de la persona considerada en sí misma y en relación con los demás”.
No menos notable es la afirmación que “el desarrollo de los pueblos depende sobre todo del reconocimiento de ser una sola familia”. Por eso, afirma el Pontífice, la religión cristiana puede contribuir al desarrollo.
Pero más sorprendente aún es la propuesta que hace el Santo Padre para solucionar “los problemas enormes y profundos del mundo actual”. Sostiene que hace falta “una autoridad política mundial regulada por el derecho”, que respete los principios de subsidiariedad y solidaridad, y que se oriente al bien común, respetando las grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad.
Con su estilo tan sugerente, el Papa Ratzinger ofrece una posibles vías de solución para las cuestiones sociales y económicas. Deseamos que esta nueva Encíclica sea atendida por los principales actores de la vida social y económica: políticos, economistas, empresarios, académicos… y por todos los que deseamos un mundo verdaderamente mejor.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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