domingo, 24 de diciembre de 2006

El auténtico sentido de la Navidad

Luis-Fernando Valdés

Con gran alegría, iniciamos hoy los festejos de la Navidad. Se trata de una festividad cristiana, que en su origen tiene un carácter religioso. Conmemoramos que el Hijo de Dios, sin dejar su condición divina, se ha hecho ser humano como nosotros. Pero ¿este sentido religioso de la Navidad sigue siendo válido hoy día?
Parecería que el sentido espiritual de esta fiesta hubiera sido desplazado por un carácter meramente social. La Navidad se ha convertido quizá en una fecha entrañable para muchas personas, solamente porque es motivo de reuniones familiares y de intercambio de regalos. Sin embargo, es espiritual el sentido de esta convivencia.
«Noche de paz, noche de amor». Así es descrita la Navidad por un popular villancico, que canta que posible conseguir esa paz y ese amor, porque celebramos que ha nacido el Único que es capaz de darnos la tranquilidad anhelada y el cariño verdadero. La alegría profunda de este día consiste en que Jesús de Nazaret descubre la presencia única de Dios entre nosotros. En Cristo resplandece la cercanía de Dios, porque «en él habita corporalmente la plenitud de la divinidad» (Colosenses 2, 9).
Al mismo tiempo, en Cristo adquiere sentido la vida del hombre. La figura de Jesús Nazareno interpela a cada hombre y a cada mujer, porque su persona y su vida son portadoras de sentido: en Él, el hombre descubre a Dios y se descubre a sí mismo. Sólo en Cristo, los aspectos centrales de la existencia humana adquieren sentido. Las acciones y las palabras de Jesús resuelven el «para qué» de nuestra relación con los demás, el sentido del trabajo, la finalidad de la libertad, la razón de la esperanza y el sentido de la historia. Sólo en Él hay una explicación a la soledad, a la presencia del mal, del dolor y de la muerte.
Pero para encontrar personalmente el sentido a la vida, hace falta que cada uno «abra su corazón» a Cristo. Es decir, se trata tener un encuentro personal con Jesús, que consiste en preguntarse si Jesús de Nazaret es digno de ser creído. Y para eso se requiere la disposición interior de aceptar a ese «Otro», de dejar que sus palabras sean la guía de nuestras vidas, y de que sus acciones sean la medida de las nuestras.
Celebrar la Navidad y no tomar en cuenta los hechos y los dichos de Jesús sería una contradicción. El festejo auténtico consiste en imitar a Cristo, a quien hoy celebramos. Si Jesús predicó perdonar a los enemigos (Mateo 5, 44) y dio ejemplo de perdonar a los verdugos que lo crucificaron (Lucas 23, 34), ¿cómo podemos celebrar su natalicio sin antes perdonar a los que nos hicieron el mal?
Cristo predicó que Dios es un Padre rico en misericordia (Lucas 15, 11). Sólo Jesús sabe lo que hay en el corazón del hombre, y conoce que junto con nuestros sinceros deseos de ser mejores personas, conviven las miserias más vergonzosas. Y, se hizo hombre para perdonarnos y levantarnos. ¿Cómo celebrar sinceramente la Navidad, sin recurrir al perdón de Dios?
El aspecto espiritual de la Navidad es actual, porque sólo Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre, puede dar sentido a nuestra vida. La auténtica paz y el amor verdadero proceden de un corazón que se deja interpelar por el ejemplo y el mensaje de Cristo. Por eso, para que mañana sea una jornada de festejos, es necesario que hoy sea un tiempo de reflexión personal: ¿dejo entrar en mi vida al Salvador? ¿estoy dispuesto a adaptar mi modo de ser a sus enseñanzas?
De todo corazón, les deseo a todos los lectores una Santa Navidad llena de Dios.

Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com

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