Luis-Fernando Valdés
Ayer se cumplieron seis años del fallecimiento de Juan Pablo II. A un escaso mes de que sea beatificado, vale la pena hacer un recuento de su legado a México. Entre los recuerdos que nos suscita este gran Pontífice, ¿hay algo más que emociones?
Fueron cinco inolvidables viajes los que el Papa Wojtyla realizó a nuestro País. En el primero de ellos (enero 1979), el recién elegido y joven Sucesor de Pedro nos mostró su gran presencia y su devoción a la Virgen de Guadalupe. En el último, vimos a un Pontífice enfermo, que vino a canonizar al indio Juan Diego. Millones de personas lo saludamos por las calles, y prácticamente toda la República estuvo pendiente de la televisión, que transmitía este viaje en vivo durante todo el día.
Juan Pablo II con un niño indígena, durante su primer viaje (1979). |
Fue un Papa que vino a nuestra Patria a ganarnos el corazón. Tocó las emociones más íntimas de los mexicanos: “México, siempre fiel” (1979); “México saber rezar… pero sobre todo, México sabe gritar” (1990). Y su cariño por nuestra Nación se desbordó en su despedida del viaje del 2002: “Al disponerme a dejar esta tierra bendita, yo quiero repetir lo que dice una canción popular en lengua española: ‘Me voy pero no me voy, de corazón me quedo; me voy pero no me ausento, de corazón me quedo’. México, México lindo, que Dios te bendiga.”
Pero Juan Pablo II fue un santo muy completo: muy humano y muy divino; un atleta, un intelectual y un místico. Por eso, supo tocar tanto la fibras del corazón humano como desafiar a la razón y darle argumentos sólidos. Este aspecto intelectual fue el primordial de tarea como Pontífice, porque solamente con carisma no habría podido guiar al Pueblo de Dios que es la Iglesia, ni tampoco habría podido ser “la voz de los que no tienen voz”.
Así descubrimos que la herencia espiritual del Papa Wojtyla para México no sólo estaba en su carisma y su amor, que nos hicieron vibrar, sino también en el contenido de sus homilías, discursos y mensajes.
Aunque nuestros recuerdos “vivenciales” de Juan Pablo II siempre acudirán espontáneamente a nuestra mente, también es muy importante no olvidar sus enseñanzas, pues éstas constituyen el núcleo de lo que él nos quiso legar a los mexicanos.
El contenido de sus mensajes y homilías de los cinco viajes abarca prácticamente todos los temas de la vida personal y social de los cristianos: fidelidad a Dios y a la Iglesia; la necesidad de un encuentro personal con Cristo mediante la conversión; el sentido de la propia existencia que sólo se encuentra en Cristo y el servicio a los demás; el valor sagrado de la vida humana y el gran crimen que es el aborto; la defensa de la familia; la dignidad del trabajo y el respeto que merecen los trabajadores; la atención y respeto a los pobres y a las comunidades indígenas…
¿Cómo se podrían resumir las enseñanzas de Juan Pablo II a México? En una palabra: fidelidad. “El Papa quiere hablaros hoy de algo que es, y debe ser más, una esencia vuestra, cristiana y mariana: la fidelidad a la Iglesia. (…) Vivir de acuerdo con lo que se cree. Ajustar la propia vida al objeto de la propia adhesión. Aceptar incomprensiones, persecuciones antes que permitir rupturas entre lo que se vive y lo que se cree: esta es la coherencia. Aquí se encuentra, quizás, el núcleo más intimo de la fidelidad. (…) Esa fidelidad que el Papa se complace en descubrir y que espera del pueblo mexicano. De mi Patria se suele decir: Polonia semper fidelis. Yo quiero poder decir también: ¡Mexicum semper fidele, siempre fiel!” (Homilía del 26.I.1979).
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