Luis-Fernando Valdés
Las Iglesia católica es una gran fuente de noticias. Y no sólo por la actual crisis de escándalos, sino también por el fenómeno llamado “ecumenismo”, que es la búsqueda de la unidad de los cristianos de las diversas confesiones. Este tema es sensacional porque pone a la razón en el límite: ¿es humanamente posible la unidad entre las diversas ramas del cristianismo? ¿o hay que buscar un factor no-humano, divino, que la haga posible?
En este primer trimestre del año han ocurrido varios eventos con amplia repercusión ecuménica. Parece más cerca que nunca la superación de la división producida hace casi 500 años, con la llamada Reforma protestante, en la que Martín Lutero (1483-1546) propuso una doctrina sobre la justificación no aceptada por Roma, y Enrique VIII (1491-1547) se autonombró cabeza de la Iglesia católica de Inglaterra.
Benedicto XVI ha tenido varios encuentros con comunidades luteranas, en los que se han limado asperezas y se ha confirmado la voluntad de ambas religiones por el diálogo. El 18 de enero, el Papa recibió a una delegación ecuménica la Iglesia luterana de Finlandia.
Afirmó que las iglesias cristianas presentes en Finlandia, “comparten una comunión auténtica, aunque aún imperfecta” y expreso que eso “es seguramente también un motivo que nos empuja a mayores esfuerzos de comprensión y de reconciliación”, para llegar a “una unidad visible y perfecta en Cristo Jesús”.
El 10 de febrero, el Pontífice recibió a una delegación de la Iglesia Evangélica Luterana en América. El Papa citó la Encíclica de Juan Pablo II “Ut unum sint”, en la que su predecesor definía la relación entre católicos y luteranos como una “fraternidad reencontrada”.
Y el 14 de marzo, el Sucesor de Pedro visitó la iglesia evangélico-luterana de Roma, y fue acogido con un prolongado aplauso en la “Christuskirche” de la Vía Sicilia. Jens-Martin Kruse, pastor de la comunidad, dijo en su homilía que esta visita del Papa “para nosotros es verdaderamente un día de alegría”, e invitó a avanzar por el camino de Cristo, “pero no caminando los unos junto a los otros, sino juntos”.
Y respecto a la relación con los anglicanos, el Santo Padre anunció oficialmente que visitará Inglaterra, del 16 al 19 de septiembre próximos. Durante ese viaje, Benedicto XVI canonizará al Card. John Henry Newman (1801-1890), quien fuera presbítero y prestigiado teólogo anglicano, antes de su conversión al catolicismo. Esta es una clara señal de la relación pacífica entre el Vaticano y Canterbury.
Estos hechos muestran con objetividad que van quedado lejos las guerras de religión y la intolerancia entre confesiones. Sin duda, la cultura contemporánea que está más abierta al diálogo ha influido en este ecumenismo, pero no puede ser el único factor, porque esta misma cultura no ha podido reconciliar diferencias en los nacionalismo (Irlanda del Norte, País Vasco, países bolivarianos, etc.), ni ha apaciguado las guerra en el Medio Oriente, ni en África.
Entonces, resulta necesario preguntarnos por ese “otro” factor, capaz de conseguir la unidad, superando las dificultades humanas. Y en este punto, Benedicto XVI expone la clave del ecumenismo: “La unidad no puede ser fruto de los hombres, [sino que] tenemos que encomendarnos al Señor, pues Él es el único que puede darnos la unidad. Esperamos que Él nos lleve a esta unidad”. Por eso, la unidad de los cristianos es –para los creyentes– cuestión de fe en la acción de Dios, y piedra de escándalo para los que no aceptan que Dios puede actuar en este mundo.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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