Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI reunió recientemente a todos los obispos irlandeses, para una asamblea extraordinaria, en el Vaticano (15-16.II.10). El motivo era resolver la crisis suscitada por el “Informe Murphy”, en el que salen a la luz casos de pederastia atribuidos a sacerdotes, que fueron encubiertos por obispos. ¿Qué puede esperar la Iglesia tras este escándalo?
Como es sabido, el 26 de noviembre de 2009, la juez irlandesa Ivonne Murphy dio a conocer un informe de 700 páginas, en el que documenta que las acusaciones de 450 personas presentadas contra 46 sacerdotes por hechos ocurridos entre 1975 y 2004. El documento además presenta la connivencia entre la jerarquía eclesiástica y las autoridades del Estado, como la policía y la Fiscalía, para encubrir los esfuerzos de cuatro obispos dublineses por mantener ocultos estos casos.
Después de la reunión del Papa y los obispos irlandeses, se difundió un comunicado en el que se afirma que “todos los presentes han reconocido que esa grave crisis ha desembocado en el desmoronamiento de la confianza en la jerarquía eclesiástica y ha perjudicado su testimonio del Evangelio y sus enseñanzas morales” (Vatican Information Service, 16.II.10).
Por su parte, el Santo Padre observó que los abusos sexuales de niños y jóvenes no son sólo un crimen atroz, sino también un pecado grave que ofende a Dios y que hiere la dignidad de la persona creada a su imagen; y exhortó a los obispos a afrontar los problemas del pasado con determinación y a hacer frente a las crisis con honradez y valentía (Íbidem).
El Pontífice anunció medidas duras contra los sacerdotes que abusen de menores (la llamada “tolerancia cero”), junto con una gran apertura a las peticiones de las víctimas, un mayor empeño en la prevención, como una mejor selección para ingresar a los seminarios.
Sin duda, estas declaraciones no solucionan los duros momentos que han tenido las víctimas, ni tampoco sirven para dar por cerrado el episodio. Pero qué duda cabe que reconocer esta tragedia ayudará a disminuir los caso de abusos por parte de sacerdotes. Además, los afectados agradecerán seguramente la solidaridad que les mostramos desde muchos puntos del globo terráqueo.
El reconocimiento de esta pesada culpa también ha beneficiado a la propia iglesia. El vaticanista Diego Contreras resalta tres aspectos positivos: 1) la radicalidad con la que el Papa ha abordado el tema, sin ocultar que se trata de crímenes; 2) el sentido de responsabilidad de los obispos irlandeses, que se asumen la culpa del fracaso para atajar eficazmente esos abusos; 3) la abundante cobertura informativa que se ha ofrecido de la reunión y la plena apertura de la Iglesia para colaborar con la justicia civil.
El conocido periodista italiano, Luigi Accattoli, comentó que era positivo que la Iglesia estuviera reaccionando, y resaltó que, ante el desolador panorama moral, la única institución que hace autocrítica es la Iglesia católica.
Por nuestra parte, nos parece que la autoridad moral de Benedicto XVI ha crecido con el manejo de esta crisis, porque ha demostrado que es un hombre que no negocia con los criminales, y que su amor a la verdad es más fuerte que el miedo a los escándalos. Bajo esta guía es predecible que, por una parte, saldrán a la luz más casos que permanecían ocultos; y por otra, que esas prácticas execrables se reducirán, porque desde ahora serán duramente penadas al interior de la Iglesia misma.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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