Luis-Fernando Valdés
Un día después de que visitará la Sinagoga de Roma, Benedicto XVI recibió en audiencia al rabino Jacob Neusner (18.I.10), conocido en los círculos intelectuales católicos por su libro “Un rabino habla con Jesús” (1993). Este encuentro nos da pie para dos reflexiones: una sobre el diálogo interreligioso y otra sobre la personalidad del Papa.
Neusner es un prestigioso intelectual judío norteamericano, que ha estudiado en Harvard y Columbia, ha escrito o editado más de 900 libros. En su famosa obra, Neusner, judío ortodoxo, se pone imaginariamente en el lugar de un rabino contemporáneo a Jesús e intenta dialogar con él, desde sus enseñanzas transmitidas por San Mateo. Sin renunciar a sus convicciones hebreas, este rabino manifiesta claramente que no puede aceptar el mensaje de Jesús, porque éste se presenta como Dios y se pone en el lugar de la Torá.
Benedicto XVI, en su obra “Jesús de Nazaret” (2007), lleno de respeto retoma la postura de este intelectual, y dialoga con él a lo largo de 20 páginas. Joseph Ratzinger definió este libro, entre otras cosas, como el ensayo “más importante que se había publicado en la última década para el diálogo judeo-cristiano”, y añadió que “la absoluta honestidad intelectual, la precisión del análisis, el respeto hacia la otra parte unida a una radical lealtad hacia la propia postura caracterizan el libro y lo convierten en un desafío, especialmente para los cristianos, que tendrán que reflexionar bien sobre el encuentro entre Moisés y Jesús”.
Neusner nos da un gran ejemplo de diálogo entre religiones, porque se toma totalmente en serio la propuesta cristina y la entiende desde dentro. Sólo cuando ha asimilado el mensaje de Jesús, el rabino norteamericano manifiesta su discordancia. Su actitud es encomiable: “la vida en un país cristiano, me ha hecho sentir orgulloso del judaísmo, pero también alegre de tener como hermanos y vecinos una religión que fomenta la benevolencia y las buenas relaciones con los que disienten”, escribió.
Luego de su encuentro con el Pontífice, Jacob Neusner declaró a “L’Osservatore Romano”, periódico oficial del Vaticano, que “siempre he estimado al estudioso Joseph Ratzinger por su honestidad y lucidez, y estaba muy interesado encontrar y conocer al hombre. Ahora que he venido a Roma para el histórico encuentro en la sinagoga y (…) he recibido el gran don de encontrarme con el Papa”.
Sobre el Santo Padre, Neusner dice que “lo que más me ha impresionado han sido sus ojos penetrantes. Te mira dentro. Y además sus modales de caballero, lleno de gentileza y humildad”. Es el mismo rasgo que vio el rabino durante la visita de Benedicto XVI a la Sinagoga romana: “Un evento grandioso, con una participación enorme, extendida y conmovida por parte de todos, que me permite esperar bien del futuro”.
Esta breve entrevista está repleta de significado. Dos líderes religiosos de gran talla intelectual muestran que es posible sentir aprecio por otro que piensa distinto, y que la profunda fe religiosa en las propias tradiciones conlleva la convivencia sincera y respetuosa.
Además, los elogios sobre Benedicto XVI por parte de un hombre serio que no es católico, ni tiene el compromiso de quedar bien, nos ayudan a seguir descubriendo la rica personalidad del Santo Padre, echando abajo los prejuicios sobre una supuesta dureza doctrinal y un carácter rígido.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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El año pasado leí el libro de Neusner, que, si bien no me gustó mucho, me dio una excelente perspectiva. Por un lado, me ayudó a superar algunos complejos judaizantes que cargaba y, por otra, me abrió los ojos a la realidad cristiana, que se añadió a mi experiencia ignaciana y lecturas varias (Von Balthasar, el mismo 'Jesús de Nazaret' de Ratzinger, San Agustín, Lutero y José María Castillo).
ResponderBorrarJusto el otro día debatí airadamente con uno de mis profesores, acerca de si el cristianismo se reduce a la fe o a la praxis. Imitación vs. seguimiento, sola fide o Ley...
Sin el diálogo Neusner-Ratzinger no hubiese podido entender la radical novedad cristiana, de solda fide, que, al encarnarse, transforma al mundo en una praxis revolucionaria.
Saludos, padre.
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