Luis-Fernando Valdés
El pasado 5 de agosto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación dictaminó que hubo irregularidades y fabricación de pruebas y de testigos, en el proceso seguido contra los presuntos responsables de la matanza de Acteal. Se trata de una doble injusticia: por una parte, el asesinato de 45 personas, entre ellas18 menores; y por otra, la injusticia a los inocentes, que llevan 11 años en prisión. ¿Cuáles son las enseñanzas que estos trágicos hechos encierran?
Una primera reflexión. En esta resolución de la SCJ, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación y la participación de instituciones privadas, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el cual documentó las irregularidades en el juicio de los supuestos culpables, y propuso que la SCJ atrajera el caso.
Cuando estas tragedias no son seguidas por los ciudadanos de a pie, cuando no hay presión desde la opinión pública, estos sucesos pasan al olvido, y así los procesos judiciales son más vulnerables a intereses de grupos y pueden ser manipulados por intereses poderosos.
De ahí que la sangre inocente y los inculpados injustamente sean un verdadero reclamo al resto de los mexicanos. Todos debemos estar preocupados por evitar que estas causas caigan en el olvido, y lo podemos conseguir si seguimos con constancia las noticias nacionales, y si expresamos nuestra opinión en los foros que los medios de comunicación siempre tienen abiertos. De esta manera, los grandes sucesos siempre tendrán la suficiente cobertura, y esto representará una mínima garantía para que no sean ocultados o manipulados.
Una segunda meditación. Este doble crimen de Acteal pone al descubierto, un vez más, una mala raíz que origina las tragedias de nuestra Patria: la deficiente educación ciudadana. Que existan asesinos que disparan contra inocentes, que haya corrupción en la procuración de justicia, ¿no es suficiente prueba de que algo no funciona en la educación de los mexicanos?
El respeto a la vida humana, en cualquiera de sus fases, y la justicia son dos valores que se aprenden primero en la familia y luego en la escuela. Ante estos hechos, la realidad de que la familia y la educación están en serios problemas se impone.
¿Tendremos que esperar otro Acteal, otra guardería ABC para que los ciudadanos cobremos conciencia de que es tiempo de empezar a enseñar verdaderos valores, que contrarresten la corrupción? O ¿seguiremos hablando de “valores relativos”, de una moral de conveniencia?
Y, por último, estos duros acontecimientos no llevan a elevar nuestros pensamientos al plano espiritual. Cuando los inocentes son asesinados, lo primera pregunta suele cuestionar a Dios: si existe, ¿por qué permite que el sufrimiento de los inocentes?
Y lo que para algunos se convierte en ocasión de duda o de negación de la Providencia divina, también se erige como un gran motivo de credibilidad. Las aspiraciones profundas del ser humano apuntan a que el mal cometido en esta tierra no puede quedar impune. Dios debe existir, y debe ser quien haga justicia hacia los que ahora abusan de su libertad y atropellan a los demás.
En cambio, sin un Dios remunerador, la injusticia tendría la última palabra, y nos negamos a que la injusticia sea el núcleo de la existencia humana. Acteal sigue mirando al Cielo, las tumbas de los caídos continúan clamando por justicia, en esta vida… y en la venidera.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión