viernes, 20 de octubre de 2017

Revolución rusa, 100 años después

Año 13, número 650
Luis-Fernando Valdés

¿Por qué ha sido tan poco festejado el centenario de la revolución que marcó la historia del siglo XX? ¿Qué lección se encierra en este silencio? 

Lenin, líder de la revolución rusa, que dejó un saldo
 de libertades atropelladas y de vidas arrebatadas.
1. Las dos revoluciones de 1917. La primera ocurrió, después de la derrota del ejército del Zar en la primera Guerra Mundial, cuando Nicolás II abdicó el 12 de marzo, tras largas movilizaciones sociales de protesta.
La segunda y más conocida aconteció el 25 de octubre, cuando los bolcheviques encabezados por Trotsky, Lenin y Stalin conquistaron el poder, al derrocar al jefe del gobierno provisional, Alexander Kerensky. Entonces el sóviet de Petrogrado se quedó con el poder del Estado, y Lenin empezó la persecución a la Iglesia ortodoxa rusa. (Cfr. El País, 11 abr. 2017)
La historia posterior es larga y compleja: una guerra civil entre los bolcheviques y los contrarrevolucionarios (1918-1921), la Segunda Guerra Mundial (1939) y la dictadura de Stalin, la Guerra Fría (desde 1945 hasta 1989, con la caída del muro de Berlín). Una amarga historia de atropellos a la libertad y de millones de muertos.

2. Un centenario poco celebrado.  Un artículo del New York Times explicaba que este aniversario se redujo a una conmemoración académica, sin mayores celebraciones populares, porque, según algunos funcionarios del Kremlin, historiadores y analistas, el presidente Vladimir Putin detesta la idea de revolución.
“Conocemos bien las consecuencias que pueden tener estas convulsiones históricas”, afirmó Putin en diciembre pasado, durante su discurso del Estado de la federación. “Desafortunadamente, en el siglo XX nuestro país sufrió muchas de estas convulsiones y sus consecuencias”, sostuvo. (N. Macfarquhar, NTY, 13 mar. 2017)

3. El lado obscuro del Comunismo.  La Revolución rusa buscaba implantar las ideas de Karl Marx: la imponer la Dictadura del Proletariado, donde los hombres pudieran vivir iguales, sin propiedad privada, en un mundo sin pobres ni ricos.
Sin embargo, la Revolución se transformó en una auténtica dictadura, en la que no había un dictador, sino una ideología totalitaria, con una visión histórica materialista y atea. Fue la dictadura de todo un sistema político y económico, que persiguió cruelmente a las religiones, especialmente a la cristiana. (Cfr. S. Aragonés, Aleteia, 16 oct. 2017)
La obra titulada “El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión (1997), escrita por un grupo de profesores universitarios e investigadores europeos, estima que el número de muertos bajo los diversos regímenes comunistas (China, Rusia, Corea del Norte, etc.) “se acerca a la cifra de cien millones”. (Cfr. Aleteia.org, 21 abr. 2017)

4. La historia atrás de la historia.  El biógrafo de Juan Pablo II, George Wiegel, formula una pregunta muy importante sobre el modo pacífico de la caída del muro de Berlín, que marcó el final del comunismo mundial.
Pregunta Weigel: “¿Qué fue lo que hizo que "1989" no implicara derramamiento de sangre y violencia masivos, los dos métodos habituales del siglo XX para efectuar un gran cambio social?” (Aleteia, 30 ene. 2014)
Y responde que esa revolución pacífica fue posible gracias a Juan Pablo II, el Papa polaco que durante sus años como obispo de Cracovia tuvo que lidiar con el régimen comunista, pues este Pontífice fue el que encarnó la “revolución de la conciencia moral” que llama al mal por su nombre, y que por eso fue capaz de aglutinar a pensadores y políticos que dieron lugar al cambio: Vaclav Havel, Ronald Reagan, etc.

Epílogo. No se puede celebrar una ideología que destruye al hombre. Aunque la inquietud por defender a los trabajadores y a los pobres sigue siendo válida, el Comunismo no fue capaz de darle una respuesta, porque el afán de poder que lo sustentaba conllevaba cancelar todas las libertades y matar a sus millones de opositores.
La gran lección de este centenario es que cuando el ser humano abandona los principios morales, destruyendo la libertad individual y la libertad religiosa, el hombre se convierte en el depredador del hombre. Entonces, la gran revolución de hoy consiste en conservar la conciencia moral como guía para solucionar los grandes problemas sociales de nuestro tiempo.



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