domingo, 17 de noviembre de 2013

Esclavitud moderna: la trata de personas

Año 9, número 445
Luis-Fernando Valdés

La esclavitud no ha desaparecido, sólo cambiado de forma. Hoy, en los países ricos hay demanda de servicios denigrantes, y en los países pobres hay oferta de personas para realizarlos. ¿Cómo romper este círculo de ignominia?
Las víctimas de la trata de personas
esperan una reacción de toda la sociedad.

La trata de personas es un grave problema mundial. Se trata de la explotación de personas, a las que se les obliga a traficar drogas, a prostituirse sexualmente, a mendigar para conseguir dinero para sus explotadores e, incluso, hay redes para secuestrar a menores y traficar con sus órganos.

El tráfico de personas es considerado como un delito de ‘lesa humanidad’ y ocupa el tercer lugar de ocurrencia en el mundo, después del narcotráfico y el tráfico ilegal de armas. Como es un “negocio lucrativo”, con frecuencia las organizaciones criminales corrompen a las corporaciones que debían combatirlos.

Para erradicar la trata de humanos, se requiere la acción legislativa de las naciones y un control policial más fuerte. Pero esas medidas hasta ahora no han sido suficientes y, por eso, hacen falta voces internacionales que den a conocer el problema y propongan soluciones.

Una de ellas es la del Papa Francisco, que desde las primeras semanas de su Pontificado ha denunciado y condenado la trata de personas. En mayo pasado, ante el ‘Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes’, el Pontífice elegido 10 días antes declaró que la trata de personas es una “¡actividad innoble, una vergüenza para nuestras sociedades que se dicen civilizadas! Explotadores y clientes a todos los niveles deberían hacer un serio examen de conciencia delante de sí mismos y delante de Dios.” (Discurso, 24 mayo 2013)

Más adelante, el 23 de agosto, el Santo Padre pidió a la Pontificia Academia de las Ciencias, la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales y la Federación Mundial de Asociaciones Médicas Católicas que establecieran un plan de acción para combatir el tráfico de personas.
Y así se organizó un encuentro en Roma, los pasados días 2 y 3 de noviembre, cuyas conclusiones arrojaron una lista de 49 propuestas, dirigidas a obtener cifras reales del problema y entender los desafíos de este problema, así como la iniciativa de convocar un gran encuentro internacional que aporte verdaderas soluciones. (Rome Reports, 4 noviembre 2013)

Pero el Santo Padre no se ha limitado a convocar a expertos, sino que también ha hecho continuas denuncias de este gran mal social. El Romano Pontífices ha advertido sobre “los millones de refugiados, desplazados y expatriados, tocando también la plaga del tráfico de seres humanos, que cada vez más a menudo afecta a los niños, envueltos en las peores formas de explotación y reclusión incluso en los conflicto armados.”

Además, el Papa Francisco ha estado pendiente de hacer que los creyentes cobren conciencia de que deben atender a las víctimas de estas explotaciones. En diversos momentos, el Obispo de Roma ha remarcado que los fieles deben ver la carne de Cristo en la persona de los migrantes, de los explotados y de los que sufren.

Los creyentes, ciudadanos como nuestros iguales, podemos secundar esta iniciativa del Papa, desde la opinión pública. Así como gracias a los medios, se ha conseguido una mentalidad nueva sobre el respeto a las mujeres y sobre la naturaleza, ahora también todos podemos contribuir a que la sociedad tome conciencia de este gran mal, para que los ciudadanos mismos sean los que generen una cultura del respeto hacia las víctimas del tráfico de personas.


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