sábado, 8 de junio de 2013

Denuncia a dos voces


Año 9, número 412
Luis-Fernando Valdés

Mientras que la FAO anunciaba una crisis alimentaria global, el Santo Padre advirtió sobre la gravedad de desperdiciar los alimentos. ¿Ha sido Francisco el primer Pontífice en denunciar la hambruna mundial?

Durante la pasada Audiencia general, el Papa Francisco
explicó que la gravedad de desperdiciar la comida.
Con motivo de la Jornada mundial del medio ambiente (5 junio 2013), Naciones Unidas lanzó un fuerte llamamiento a la necesidad de eliminar el desperdicio y la destrucción de alimentos. De hecho, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) estima que 868 millones de personas, el 12,5 por ciento de la población mundial, pasa hambre.

En el informe “Sistemas alimentarios para una mejor nutrición”, la FAO detalla que 2,000 millones de personas sufren algún tipo de carencia alimentaria, y que el 26 por ciento de los niños menores de cinco años padecen retraso del crecimiento debido a carencias alimentarias. (Rome Reports, 5 junio 2013)

Ese mismo día, durante su Audiencia general, el Papa Francisco retomó el tema de la ONU, y habló de la cultura de lo “desechable” que predomina hoy y que afecta a los seres humanos, pues son tomados como productos descartables. (Audiencia general, 5 junio 2013)

Y en el caso del hambre, el Papa explicó que esta cultura de lo desechable “nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de alimentos, cosa aún más deplorable cuando en cualquier lugar del mundo, lamentablemente, muchas personas y familias sufren hambre y malnutrición”.

Por comparación, el Santo Padre expuso que mientras “nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara nada de comida sobrante”, ahora “el consumismo nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento”.

Con palabras fuertes, Francisco comparó el desperdició de comida con el robo a los pobres: “¡Pero recordemos bien que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre!”

Además, el Papa pidió encontrar una solución directa a este problema: “Invito a todos a reflexionar sobre el problema de la pérdida y del desperdicio del alimento a fin de identificar vías y modos que, afrontando seriamente tal problemática, sean vehículo de solidaridad y de compartición con los más necesitados”.

Días después, el Santo Padre mediante su cuenta en Twitter, repitió estas mismas ideas: “El consumismo nos impulsa a desechar. Pero la comida que se tira a la basura es como el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre”. (@Pontifex_es 7 junio 2013)

El estilo directo del Papa Francisco, que con palabras sencillas expresa mensajes contundentes, pone rápidamente ante la opinión pública los temas candentes de hoy. Ante esta eficacia mediática, a más de uno le podría dar la impresión de que “por primera vez” un Pontífice hace una denuncia pública de una desgracia mundial como la hambruna.

Pero no es así. También lo había hecho los Pontífices anteriores, como Benedicto XVI que en la Encíclica “Caritas in veritate”, n. 27, señaló que “el hambre no depende tanto de la escasez material” sino de la “falta un sistema de instituciones económicas capaces” de asegurar el acceso al agua y a la comida.

Además, el Papa alemán propuso como solución “el desarrollo agrícola de los países más pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados, formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas.”

Todos los Papa de nuestra época han denunciado los grandes problemas mundiales, pero cada uno la ha hecho a su estilo, de acuerdo a su propia personalidad. En esto hay una gran continuidad en el Pontificado romano, que es como un gran concierto: es la misma melodía, pero a distintas voces.

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