domingo, 28 de octubre de 2012

Benedicto, ¿un místico sin poder?


Año 8, número 391
Luis-Fernando Valdés

En el libro recientemente publicado, “Los cuervos del Vaticano” (Ed. Espasa), se afirma que Benedicto XVI no es un buen gobernante de la Iglesia, a pesar de ser un hombre muy espiritual. ¿Tiene algún sustento real esta afirmación?

Benedicto XVI ha realizado un exigente
labor de "limpieza" en la propia Iglesia.
El Autor, Eric Frattini (Lima, 1963), en una entrevista radiofónica en Madrid, hizo una afirmación que raya en la temeridad: “Un historiador famoso del principio del siglo XX, Ludwig Von Pastor, decía que no todo buen monje es buen Papa; el problema que se ha descubierto con Benedicto es que es un gran monje”. [ABC punto radio]

Sería poco serio negar que existan problemas en el gobierno de la Curia vaticana, pero también lo sería deducir a priori una serie de intrigas entre facciones de cardenales, o afirmar que “Benedicto XVI no controla la maquinaria”, o que “el Papa es una víctima de la burocracia”.

Este tipo de declaraciones venden muy bien, pero suelen tener poco cuidado de los datos reales. Por contraste, el vaticanista Andrés Beltramo (Argentina, 1979), presenta un artículo titulado “La ‘silenciosa limpieza’ de Benedicto XVI”, en el que da cuenta que el Papa “ha forzado 77 dimisiones de obispos desde que inició su Pontificado”.

Beltramo explica –y da nombres, pues son casos públicos– que, salvo los prelados que han dimitido por motivos de salud, los motivos de las dimisión han sido la mala gestión de la crisis por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos, la mala administración económica, dificultades doctrinales y/o abierta rebeldía al Papa, entre otras cosas.

Benedicto XVI tampoco ha tolerado los escándalos sexuales de los prelados. Sancionó por igual los abusos contra menores, el concubinato, la “doble vida” con hijos incluidos o los extraños comportamientos morales.

La conclusión del vaticanista argentino guarda un dejo de ironía, que manifiesta bien lo poco fundado de las acusaciones que atribuyen un gobierno débil al Papa alemán: “Pese a todas estas evidencias algunos grupos eclesiales (y no) se empeñan en difundir la idea que Benedicto XVI es un Papa aislado, sólo y, sobre todo, que no gobierna. La pregunta surge espontánea: ¿Qué haría si gobernase?”

Ante este panorama de opiniones retóricas como las de Frattini, que cuidan más de manejar un contraste verbal (“monje vs. gobernante”), surge la necesidad de ser lectores más críticos y buscar los datos reales del Pontificado actual.

Incluso el escándalo de los documentos filtrados (los “vatileaks”) queda en mera retórica. La información que contienen estos escritos lo único que reflejan son asuntos delicados de política interna del Gobernatorato vaticano o de consultas sobre los asuntos exteriores de la Sede Apostólica. Pero intentar deducir desde esas situaciones, que dependen de varias personas, la personalidad del Pontífice es poco serio.

El papel del Santo Padre es polifacético: no sólo detenta el “munus regendi” (el poder de gobernar a la Iglesia universal), sino también el “munus sanctificandi” (la potestad sobre los medios de santificación, como los Sacramentos) y el “munus docendi” (la responsabilidad de enseñar el Evangelio).

Por eso, es bastante impreciso reducir el rol del Papa a la mera función burocrática, como si fuera el CEO de una multinacional. Pero además de impreciso, sería poco honesto contraponer la edificante vida espiritual y la gran capacidad docente de Benedicto XVI con su firmeza para gobernar la Iglesia. Joseph Ratzinger es un hombre de Dios, un místico si se quiere ver así, pero que nunca ha renunciado a ejercer de Papa.

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